Читать онлайн книгу "Una Justa de Caballeros"

Una Justa de Caballeros
Morgan Rice


El Anillo del Hechicero #16
EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: conspiraciones, tramas, misterio, caballeros aguerridos e incipientes relaciones repletas de corazones rotos, engaño y traición. Lo entretendrá durante horas y satisfará a personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del género fantástico. -Books and Movie Reviews, Roberto Mattos (sobre La Senda de los Héroes) (Una) entretenida fantsía épica. -Kirkus Reviews (sobre La Senda de los Héroes) Los inicios de algo extrordinario están aquí. -San Franciso Book Review (sobre La Senda de los Héroes) En UNA JUSTA DE CABALLEROS, Thorgrin y sus hermanos siguen la pista de Guwayne en el mar, siguiéndolo hasta la Isla de la Luz. Pero cuando llegan a la devastada isla y al moribundo Ragon, puede que sea demasiado tarde. A Darius lo llevan a la capital del Imperio, al circo más grande de todos. Lo entrena un misterioso hombre que está decidido a hacer de él un guerrero y a ayudarlo a sobrevivir a lo imposible. Pero el circo de la capital no es como nada que él haya visto y sus tremendos rivales pueden ser demasiado intensos para que incluso él los conquiste. Gwendolyn entra en el corazón de las dinámicas de familia de la corte real de la Cresta, cuando el Rey y la Reina le piden un favor. En una misión para sacar a la luz secretos que pueden cambiar el mismo futuro de la Cresta y salvar a Thorgrin y a Guwayne, Gwen se sorprende por lo que descubre cuando indaga más profundamente. Los vínculos entre Erec y Alistair se hacen más profundos cuando navegan río arriba, hacia el corazón del Imperio, decididos a encontrar Volusia y salvar a Gwendolyn – mientras Godfrey y su equipo siembran el caos dentro de Volusia, decididos a vengar a sus amigos. Y la misma Volusia aprende lo que significa gobernar el Imperio, cuando ve que su frágil capital está asediada por todos lados. Con su sofisticada construcción del mundo y caracterización, UNA JUSTA DE CABALLEROS es un relato épico de amigos y amantes, de rivales y pretendientes, de caballeros y dragones, de intrigas y maquinaciones políticas, de crecimiento, de corazones rotos, de engaño, ambición y traición. Es un relato de honor y valentía, de sino y destino, de hechicería. Es una fantasía que nos trae un mundo que nunca olvidaremos y que agradará a todas las edades y géneros. Una animada fantasía …Es solo el comienzo de lo que promete se runa serie épica para adultos jóvenes. -Midwest Book Review (sobre La Senda de los Héroes) Una lectura rápida y fácil… tendrás que leer lo que pasa a continuación y no querrás dejarlo. -FantasyOnline. net (sobre La Senda de los Héroes) Llena de acción… La escritura de Rice es de buena calidad y el argumento intrigante. -Publishers Weekly (sobre La Senda de los Héroes)





Morgan Rice

UNA JUSTA DE CABALLEROS (LIBRO #16 EN EL ANILLO DE EL HECHICERO)




Acerca de Morgan Rice

Morgan Rice tiene el #1 en Г©xito de ventas como el autor mГЎs exitoso de USA Today con la serie de fantasГ­a Г©pica EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie #1 en ventas EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de once libros (y subiendo); de la serie #1 en ventas LA TRILOGГЌA DE SUPERVIVENCIA, novela de suspense post-apocalГ­ptica compuesta de dos libros (y subiendo); y de la nueva serie de fantasГ­a Г©pica REYES Y HECHICEROS, compuesta de seis libros. Los libros de Morgan estГЎn disponibles en audio y ediciones impresas y las traducciones estГЎn disponibles en mГЎs de 25 idiomas.

A Morgan le encanta escucharte, asГ­ que, por favor, visita www.morganrice.books (http://www.morganrice.books/) para unirte a la lista de correo, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar la app gratuita, conocer las Гєltimas noticias, conectarte con Facebook o Twitter ВЎy seguirla de cerca!



Algunas opiniones acerca de Morgan Rice

”EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: conspiraciones, tramas, misterio, caballeros valientes e incipientes relaciones repletas de corazones rotos, engaño y traición. Lo entretendrá durante horas y satisfará a personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del género fantástico”.



В В В В -Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

“Una entretenida fantasía épica”.



В В В В -Kirkus Reviews

“Los inicios de algo extraordinario están ahí”.



В В В В -San Francisco Book Review

“Lleno de acción… La obra de Rice es sólida y el argumento es intrigante”.



В В В В -Publishers Weekly

“Una animada fantasía…Es sólo el comienzo de lo que promete ser una serie épica para adultos jóvenes”.



В В В В --Midwest Book Review



Libros de Morgan Rice

DE CORONAS Y GLORIA

ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)



REYES Y HECHICEROS

EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)

EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)

El PESO DEL HONOR (Libro #3)

UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)

UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5)

LA NOCHE DEL VALIENTE (Libro #6)



EL ANILLO DEL BRUJO

LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)

UNA MARCHA DE REYES (Libro #2)

UN DESTINO DE DRAGONES (Libro #3)

UN GRITO DE HONOR (Libro #4)

UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)

UNA POSICIГ“N DE VALOR (Libro #6)

UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)

UNA CONCESIГ“N DE ARMAS (Libro #8)

UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)

UN MAR DE ESCUDOS (Libro #10)

UN REINO DE ACERO (Libro #11)

UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)

UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)

UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)

UN SUEГ‘O DE MORTALES (Libro #15)

UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)

EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)



LA TRILOGГЌA DE LA SUPERVIVENCIA

ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro # 1)

ARENA DOS (Libro # 2)



LOS DIARIOS DEL VAMPIRO

TRANSFORMACIГ“N (Libro # 1)

AMORES (Libro # 2)

TRAICIONADA (Libro # 3)

DESTINADA (Libro # 4)

DESEADA (Libro # 5)

COMPROMETIDA (Libro # 6)

JURADA (Libro # 7)

ENCONTRADA (Libro # 8)

RESUCITADA (Libro # 9)

ANSIADA (Libro # 10)

CONDENADA (Libro # 11)

OBSESIONADA (Libro # 12)












ВЎEscuche la saga de EL ANILLO DEL HECHICERO en formato de audio libro!


Derechos Reservados В© 2014 por Morgan Rice

Todos los derechos reservados. A excepciГіn de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperaciГіn de informaciГіn, sin la autorizaciГіn previa de la autora.

Este libro electrГіnico estГЎ disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electrГіnico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada uno. Si estГЎ leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo comprГі solamente para su uso, por favor devuГ©lvalo y adquiera su propio ejemplar. Gracias por respetar el arduo trabajo de esta escritora.

Esta es una obra de ficciГіn. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginaciГіn de la autora o se utilizan de manera ficticia. Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es totalmente una coincidencia.

Imagen de la cubierta Derechos reservados Razumovskaya Marina Nikolaevna, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.










CAPГЌTULO UNO


Thorgrin estaba en la proa del elegante barco, agarrado a la barandilla, con el pelo hacia atrás por el viento mientras miraba fijamente al horizonte con un presentimiento cada vez más profundo. Su barco, que habían tomado de los piratas, navegaba tan rápido como el viento podía llevarlo, Elden, O’Connor, Matus, Reece, Indra y Selese manejaban las velas, Angel estaba a su lado y Thor, por más ganas que tuviera, sabía que no podía ir más rápido. Sin embargo, él deseaba que así fuera. Después de todo este tiempo, finalmente sabía con seguridad que Guwayne estaba allí delante, justo después del horizonte, en la Isla de la Luz. Y con la misma certeza, sentía que Guwayne estaba en peligro.

Thor no comprendía cómo podía ser así. Al fin y al cabo, cuando los había dejado, Guwayne estaba a salvo en la Isla de la Luz, bajo la protección de Ragon, un hechicero tan poderoso como su hermano. Argon era el hechicero más poderoso que Thorgrin había conocido jamás –incluso había protegido el Anillo entero- y Thor no sabía cómo Guwayne podía sufrir algún daño mientras estuviera bajo la protección de Ragon.

A no ser que hubiera algГєn poder por allГ­ del que Thorgrin nunca hubiera oГ­do hablar, el poder de un oscuro hechicero que podГ­a igualar incluso al de Ragon. ВїPodrГ­a ser que existiera algГєn reino, alguna fuerza oscura, algГєn hechicero malvado del que Г©l no supiera nada?

Pero, Вїpor quГ© iban a por su hijo?

Thor pensaba en el dГ­a en que se habГ­a ido de la Isla de la Luz a toda prisa, bajo el hechizo de su sueГ±o, tan resuelto a marchar de aquel sitio al romper el alba. Echando la vista hacia atrГЎs, Thor se dio cuenta de que alguna fuerza oscura lo habГ­a engaГ±ado intentando atraerlo lejos de su hijo. Solo gracias a Lycoples, que todavГ­a estaba volando en cГ­rculos por su barco, chillando, desapareciendo en el horizonte y volviendo de nuevo, habГ­a vuelto a la Isla y estaba finalmente en la direcciГіn correcta. Thor se dio cuenta de que las seГ±ales habГ­an estado delante suyo todo el tiempo. ВїCГіmo las habГ­a ignorado? ВїQuГ© oscura fuerza lo habГ­a llevado por el mal camino, para empezar?

Thor recordaba el precio que habГ­a tenido que pagar: los demonios liberados del infierno, la maldiciГіn del seГ±or oscuro segГєn la cual cada uno significarГ­a una maldiciГіn en su cabeza. SabГ­a que le esperaban mГЎs maldiciones, mГЎs pruebas y tenГ­a la certeza de que esta era una de ellas. Se preguntaba quГ© otras pruebas le esperaban. ВїRecuperarГ­a alguna vez a su hijo?

“No te preocupes”, dijo una dulce voz.

Thor se dio la vuelta y vio a Angel tirГЎndole de la camisa.

“Todo irá bien”, añadió con una sonrisa.

Thor le sonriГі y le puso una mano sobre la cabeza, apaciguado por su presencia, como siempre. HabГ­a llegado a querer a Angel tanto como lo harГ­a con una hija, la hija que nunca tuvo. Le tranquilizaba su presencia.

“Y si no es así”, añadió con una sonrisa, ¡yo cuidaré de ellos!”

Levantó con orgullo el pequeño arco que O’Connor le había tallado y le enseñó a Thor cómo sabía echar hacia atrás la flecha. Thor sonreía divertido, mientras ella levantaba el arco hacia su pecho, colocaba temblorosa una pequeña flecha de madera en ella y empezaba a echar la cuerda hacia atrás. Soltó el arco y su pequeña flecha de madera salió volando, temblorosa, por encima de la borda y hacia el océano.

“¿¡Maté algún pez!?” preguntó emocionada mientras corría hacia la barandilla y echaba contenta un vistazo.

Thor estaba allГ­, mirando hacia las espumosas aguas del mar y no estaba seguro. Pero igualmente sonriГі.

“Estoy segura de que lo hiciste”, dijo para reconfortarla. “Quizás incluso un tiburón”.

Thor escuchГі un chillido a lo lejos y se puso de nuevo en guardia. Todo su cuerpo se paralizГі mientras agarraba la empuГ±adura de su espada y miraba hacia el agua, examinando el horizonte.

Las gruesas nubes grises lentamente desaparecieron y, al hacerlo, dejaron al descubierto un horizonte que hizo que el corazГіn de Thor se desplomara: en la distancia, unas negras columnas de humo se levantaban hacia el cielo. Al despejarse mГЎs nubes, Thor vio que salГ­an de una isla lejana -no una simple isla, sino una isla con empinados acantilados, que se alzaban hacia el cielo, con una amplia explanada en la cima. Una isla que no podГ­a confundir con otra.

La Isla de la Luz.

Thor sintiГі un dolor en el pecho al ver el cielo negro lleno de malvadas criaturas, parecidas a las gГЎrgolas gГЎrgolas, rodeando lo que quedaba de la isla, como buitres, sus gritos llenando el aire. HabГ­a un ejГ©rcito de ellos y, bajo ellos, la isla entera estaba en llamas. No quedaba ni un solo rincГіn intacto.

“¡MÁS RÁPIDO!” gritó Thor contra el viento, sabiendo que era inútil. No se había sentido más desamparado en su vida.

Pero no podía hacer nada más. Observaba las llamas, el humo, los monstruos que se marchaban, escuchaba a Lycoples chillando por allá arriba y supo que era demasiado tarde. Nada podía haber sobrevivido. Todo lo que quedaba en la isla –Ragon, Guwayne, absolutamente todo –seguramente, sin duda alguna, estaría muerto.

“¡NO!” gritó Thorgrin, maldiciendo a los cielos, la espuma del mar le golpeaba en la cara mientras lo llevaba, demasiado tarde, hacia la isla de la muerte.




CAPГЌTULO DOS


Gwendolyn estaba sola, de vuelta al Anillo, en el castillo de su madre y, al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que algo no estaba bien. El castillo estaba abandonado, vacГ­o, habГ­an quitado todas sus pertenencias; no tenГ­a ventanas, se habГ­a perdido el hermoso vitral que una vez las habГ­a adornado, dejando tan solo los ranuras en la piedra, la luz del atardecer se colaba. El polvo se arremolinaba en el aire y parecГ­a que aquel lugar no se habГ­a habitado en mil aГ±os.

Gwen echГі un vistazo y vio la panorГЎmica del Anillo, un lugar que una vez habГ­a conocido y amado con todo su corazГіn, ahora desolado, distorsionado, grotesco. Como si no quedara nada bueno vivo en el mundo.

“Hija mía”, dijo una voz.

Gwendolyn se girГі y se sorprendiГі al ver a su madre allГ­ de pie, mirando hacia atrГЎs, con la cara demacrada y enfermiza, apenas era la madre que una vez quiso y recordaba. Era la madre que recordaba en su lecho de muerte, la madre que parecГ­a que habГ­a envejecido demasiado en una vida.

Gwen sintiГі un nudo en la garganta y se dio cuenta, a pesar de todo lo que habГ­a sucedido entre ellas, de lo mucho que la echaba de menos. No sabГ­a si era a ella a quien echaba de menos o simplemente ver a su familia, a alguien conocido, el Anillo. DarГ­a lo que fuera por estar de nuevo en casa, por volver a lo conocido.

“Madre” respondió Gwen, apenas creyendo lo que veía ante ella.

Gwen alargГі el brazo hacia ella y, al hacerlo, de repente se encontrГі en otro sitio, en una isla, al borde de un acantilado, que estaba chamuscada y habГ­a sido reducida a cenizas. El fuerte olor de humo y azufre colgaba en el aire, quemaba las fosas nasales. Miraba la isla y, cuando las olas de ceniza se disiparon en el aire, echГі un vistazo y vio un moisГ©s hecho de oro, calcinado, el Гєnico objeto en este paisaje de ascuas y ceniza.

El corazón de Gwen latía con fuerza mientras caminaba hacia delante, muy nerviosa por ver si su hijo estaba allí, si estaba bien. Una parte de ella estaba exultante por llegar allí y cogerlo, apretarlo contra su pecho y no dejarlo ir jamás. Pero otra parte temía que no estuviera allí –o peor, que pudiera estar muerto.

Gwen corriГі hacia delante y se inclinГі para mirar en el moisГ©s y su corazГіn se partiГі al ver que estaba vacГ­o.

“¡GUWAYNE!” exclamó angustiada.

Gwen escuchГі un chillido, mГЎs arriba, parecido al suyo y, al alzar la vista, vio un ejГ©rcito de criaturas negras, parecidas a las gГЎrgolas, que marchaban volando. Su corazГіn se detuvo al ver, en las garras del Гєltimo, un bebГ© colgando, que lloraba. Lo llevaban hacia un cielo de penumbra, elevado por un ejГ©rcito de tinieblas.

“¡NO!” chilló Gwen.

Gwen se despertГі gritando. Se incorporГі en la cama, intentando adivinar dГіnde estaba. La tenue luz del amanecer se extendГ­a por las ventanas y le llevГі unos cuantos segundos darse cuenta de dГіnde estaba: la Cresta. El castillo del Rey.

Gwen sintiГі algo en la mano y, al mirar hacia abajo, vio a Krohn lamiГ©ndole la mano y despuГ©s reposando la cabeza en su regazo. Le acariciГі la cabeza mientras estaba sentada en la punta de la cama, respirando con dificultad, orientГЎndose lentamente, con el peso de su sueГ±o encima.

Guwayne, pensó. El sueño había parecido muy real. Ella sabía que era más que un sueño –había sido una revelación. Donde quiera que estuviera, Guwayne estaba en peligro. Alguna oscura fuerza lo estaba abduciendo. Podía sentirlo.

Gwendolyn se puso de pie, perturbada. MГЎs que nunca, sintiГі la urgencia por encontrar a su hijo, por encontrar a su marido. MГЎs que cualquier otra cosa, querГ­a verlo y abrazarlo. Pero sabГ­a que eso no iba a suceder.

Mientras se secaba las lГЎgrimas, Gwen se puso la bata de seda por encima, atravesГі corriendo la habitaciГіn, con los adoquines suaves y frГ­os a sus pies, y se detuvo ante la alta ventana arqueada. TirГі el cristal del vitral hacia ella y, al hacerlo, entrГі la tenue luz del amanecer, el primer sol que estaba saliendo, inundando el paisaje de escarlata. Era impresionante. Gwen mirГі hacia fuera, disfrutando de la vista de la Cresta, la inmaculada capital y el interminable paisaje de su alrededor, ondulantes colinas y abundantes viГ±edos, la mayor abundancia que jamГЎs habГ­a visto en un sitio. MГЎs allГЎ, el azul centelleante del lago iluminaba la maГ±ana y, mГЎs allГЎ todavГ­a, los picos de la Cresta, formando un perfecto cГ­rculo, rodeaban el lugar, que cubierto por la neblina. ParecГ­a un lugar en el que no nada malo podГ­a pasar.

Gwen pensaba en Thorgrin, en Guwayne, en algГєn lugar mГЎs allГЎ de aquellos picos. ВїDГіnde estaban? ВїVolverГ­a a verlos alguna vez?

Gwen fue hacia la cisterna, se echГі agua en la cara y se vistiГі rГЎpidamente. SabГ­a que no encontrarГ­a a Thorgrin y a Guwayne sentada en aquella habitaciГіn y sentГ­a mГЎs que nunca que necesitaba hacerlo. Si alguien podГ­a ayudarla, era quizГЎs el Rey. Г‰l debГ­a tener algГєn modo de hacerlo.

Gwen recordaba la conversaciГіn con Г©l, mientras caminaban por los picos de la Cresta y obsevaron a Kendrick partir, recordaba los secretos que le habГ­a revelado. Que estaba muriendo. Que la Cresta estaba muriendo. Pero habГ­a mГЎs, mГЎs secretos que le iba a revelar, pero los interrumpieron. Sus consejeros se lo llevaron por un asunto urgente y, mientras se iba, le prometiГі que le contarГ­a mГЎs y que le pedirГ­a un favor. ВїQuГ© favor era? se preguntaba ella. ВїQuГ© podГ­a querer de ella?

El Rey le habГ­a pedido que se reuniera con Г©l en la sala del trono al romper el alba y ahora Gwen se apresuraba a vestirse, pues sabГ­a que ya llegaba tarde. Sus sueГ±os la habГ­an dejado mareada.

Mientras iba a toda prisa por la habitación, Gwendolyn sintió un retortijón de hambre, la hambruna del Gran Desierto todavía le pasaba factura, y echó un vistazo a la mesa de exquisiteces que le habían preparado –panes, fruta, quesos, postres dulces- y cogió rápidamente algunas cosas para irlas comiendo por el camino. Cogió más de las que necesitaba y, mientras caminaba, le daba la mitad de lo que tenía a Krohn que, gimiendo a su lado, se lo arrebataba de la mano deseoso de alcanzarlo. Ella estaba muy agradecida por esta comida, por la acogida, por el espléndido alojamiento –en algunos aspectos, se sentía como si estuviera de vuelta en la Corte del Rey, en el castillo en el que creció.

Los guardias se pusieron alerta cuando Gwen saliГі de la habitaciГіn, empujando la pesada puerta de madera de roble. PasГі dando largos pasos por delante de ellos, hacia los pasillos tenuemente alumbrados del castillo, las antorchas de la noche todavГ­a quemaban.

Gwen llegГі hasta el final del pasillo y subiГі unas escaleras de caracol de piedra, con Krohn a sus pies, hasta que llegГі a los pisos superiores, donde sabГ­a que estaba la habitaciГіn del trono del Rey, pues ya empezaba a familiarizarse con el castillo. CorriГі hacia otra sala y estaba a punto de pasar por una apertura arqueada en la piedra cuando percibiГі un movimiento por el rabillo del ojo. Se echГі hacia atrГЎs, sorprendida al ver a una persona entre las sombras.

“¿Gwendolyn?” dijo él con voz suave, demasiado refinado, saliendo de entre las sombras con una pequeña sonrisa petulante en la cara.

Gwendolyn parpadeГі, atГіnita, y tardГі un instante en recordar quiГ©n era. Le habГ­an presentado a tantas personas en pocos dГ­as que todo se habГ­a vuelto un poco confuso.

Pero esta era una cara que no podГ­a olvidar. Se dio cuenta de que era el hijo del Rey, el otro gemelo, el que tenГ­a pelo y habГ­a hablado en contra de ella.

“Tú eres el hijo del Rey”, dijo, recordando en voz alta. “El tercero más mayor”.

Г‰l sonriГі, con una sonrisa pilla que a ella no le gustГі, mientras daba un paso adelante.

“En realidad, el segundo más mayor”, le corrigió. “Somos gemelos, pero yo vine primero”.

Gwen lo observГі mientras se acercaba un poco mГЎs y vio que estaba impecablemente vestido y afeitado, con el pelo peinado, olГ­a a perfume y aceite y vestГ­a la ropa mГЎs fina que ella habГ­a visto. TenГ­a aspecto de engreГ­do y apestaba a arrogancia y prepotencia.

“Prefiero que no piensen en mí como un gemelo”, continuó. “Soy un hombre por mí solo. Me llamo Mardig. Es mi destino en la vida haber nacido un gemelo, no lo pude controlar. El destino, diría, de las coronas”, concluyó filosóficamente.

A Gwen no le gustaba estar en su presencia, todavГ­a dolida por su trato la noche anterior y sentГ­a que Krohn estaba tenso a su lado, con los pelos de la nuca erizados mientras se frotaba contra su pierna. Estaba impaciente por saber quГ© querГ­a.

“¿Siempre merodea por las sombras de estos pasillos?” preguntó ella.

Mardig sonreГ­a con aires de superioridad mientras se acercaba mГЎs, demasiado para ella.

“Al fin y al cabo, es mi castillo”, respondió, defendiendo su territorio. “Saben que deambulo por aquí”.

“¿Su castillo?” preguntó. “¿Y no es de su padre?”

Su expresiГіn se volviГі sombrГ­a.

“Todo a su tiempo”, respondió enigmáticamente y dio otro paso hacia delante.

Gwendolyn dio un paso hacia atrГЎs involuntariamente, pues no le gustaba su presencia, mientras Krohn empezaba a gruГ±ir.

Mardig mirГі a Krohn con desprecio.

“¿Sabía que los animales no pueden dormir en nuestro castillo?” respondió.

Gwen frunciГі el ceГ±o enojada.

“Su padre no tuvo ningún recelo”.

“Mi padre no impone las normas”, respondió él. “Lo hago yo. Y la guardia del Rey está bajo mi mando”.

Ella frunciГі el ceГ±o, frustrada.

“¿Por eso me ha parado aquí?” preguntó ella, enojada. “¿Para cumplir con el control sobre los animales?”

Г‰l frunciГі el ceГ±o en respuesta al darse cuenta de que, quizГЎs, habГ­a topado con un igual. La mirГі fijamente, con los ojos clavados en ella, como si la estuviera analizando.

“No existe ni una sola mujer en la Cresta que no me desee”, dijo. “Y, sin embargo, no veo la pasión en sus ojos”.

Gwen lo mirГі boquiabierta, horrorizada, al darse cuenta finalmente de quГ© iba todo aquello.

“¿Pasión?” repitió, avergonzada. “¿Y por qué tendría que sentirla? Estoy casada y el amor de mi vida pronto regresará a mi lado”.

Mardig riГі fuerte.

“¿Ah, sí?” preguntó. “Por lo que he oído, hace mucho tiempo que murió. O tanto tiempo que está perdido para usted, que nunca regresará”.

Gwendolyn lo mirГі enfurecida, mientras su enfado iba en aumento.

“Y aunque no regresara nunca”, dijo ella, “nunca estaría con otro. Y menos aún con usted”.

Su expresiГіn se ensombreciГі.

Ella se dio la vuelta para irse, pero Г©l le agarrГі el brazo. Krohn gruГ±Гі.

“Aquí yo no pido lo que quiero”, dijo. “Lo cojo. Está en un reino extranjero, a la merced de un anfitrión extranjero. Sería sabio por su parte complacer a sus captores. Al fin y al cabo, sin nuestra hospitalidad, estaría tirada en el desierto. Y existen un montón de circunstancias desafortunadas que pueden acontecer por accidente a una invitada, incluso con el mejor intencionado de los anfitriones”.

Ella lo mirГі con el ceГ±o fruncido, habГ­a visto muchas amenazas reales en su vida como para asustarse de estas advertencias insignificantes.

“¿Captores?” dijo ella. ¿Es así como nos llama? Yo soy una mujer libre, por si no se había dado cuenta. Me podría ir de aquí ahora mismo si así lo decidiera”.

Г‰l riГі, haciendo un terrible ruido.

“¿Y hacia dónde iría? ¿De vuelta al Desierto?”

Г‰l sonriГі y negГі con la cabeza.

“Puede que técnicamente sea libre de marchar”, añadió. “Pero permítame que le pregunte algo: cuando el mundo es un lugar hostil, ¿dónde la deja esto?”

Krohn gruГ±Гі con malicia y Gwen podГ­a sentir que estaba a punto de saltar. Se sacudiГі la mano de Mardig de encima indignada y posГі una mano en la cabeza de Krohn, reteniГ©ndolo. Y entonces, cuando mirГі de nuevo a Mardig con una mirada asesina, tuvo una repentina percepciГіn.

“Dígame una cosa, Mardig”, dijo con la voz dura y fría,. “¿Por qué no está usted allá fuera, luchando con sus hermanos en el desierto? ¿A qué se debe que es usted el único que se ha quedado atrás? ¿Es que el miedo le domina?”

Г‰l sonriГі, pero bajo su sonrisa ella notaba la cobardГ­a.

“La caballerosidad es para los estúpidos”, respondió él. “Estúpidos cómodos, que preparan el camino a los demás para que consigamos lo que queremos. Cuélguele el nombre de “caballerosidad” y los podrá usar como marionetas. A mí no pueden utilizarme tan fácilmente”.

Г‰l lo mirГі, enojada.

“Mi marido y nuestros Plateados se ríen de un hombre como usted”, dijo ella. “No duraría ni dos minutos en el Anillo”.

Gwen miraba de Г©l a la entrada que estaba tapando.

“Tiene dos opciones”, dijo ella. “Puede apartarse de mi camino, o Krohn tomará el desayuno que con tanto entusiasmo desea. Creo que su tamaño es perfecto para él”.

Г‰l echГі un vistazo a Krohn y vio que le temblava el labio. Se apartГі hacia un lado.

Pero ella todavГ­a no se marchГі. En cambio, dio un paso adelante y se acercГі a Г©l mirГЎndolo con desprecio pues querГ­a decirle lo que pensaba.

“Puede que esté al mando de su pequeño castillo”, gruñó de manera amenazante, “pero no olvide que habla con una Reina. Una Reina libre. Nunca responderé ante usted, nunca responderé ante nadie más mientras viva. Esto ya se ha acabado. Y esto me hace muy peligrosa –mucho más peligrosa que vos”.

El PrГ­ncipe la mirГі fijamente y, ante su sorpresa, sonriГі.

“Usted me gusta, Reina Gwendolyn”, respondió él. “Mucho más de lo que pensaba”.

A Gwendolyn le latГ­a fuerte el corazГіn mientras observaba cГіmo Г©l se daba la vuelta y se iba, escurriГ©ndose en la oscuridad, desapareciendo en el pasillo. Mientras sus pasos resonaban y se desvanecГ­an, ella se preguntaba: ВїquГ© peligros acechaban en aquella corte?




CAPГЌTULO TRES


Kendrick cabalgaba por el árido paisaje del desierto, con Brandt y Atme a su lado, acompañados por su media docena de Plateados, lo único que quedaba de su hermandad del Anillo, cabalgando juntos como en los viejos tiempos. Mientras cabalgaban, adentrándose cada vez más en el Gran Desierto, Kendrick se sentía agobiado por la nostalgia y la tristeza; esto le hacía recordar su apogeo en el Anillo, rodeado de Plateados, de hermanos de armas, cabalgando hacia la batalla junto a miles de hombres. Él había cabalgado con los mejores caballeros que el reino podía ofrecer, a cual mejor, y a todos los lugares a los que había llegado cabalgando, las trompetas sonaban y los aldeanos corrían a recibirle. Él y sus hombres eran bienvenidos en todas partes y siempre se quedaban despiertos hasta tarde contando de nuevo las historias de batallas, de valentía, de refriegas con monstruos que aparecían del cañón –o peor, de más allá de lo desolado.

Kendrick parpadeГі, tenГ­a polvo en los ojos y volviГі a la realidad. Ahora estaba en una Г©poca diferente, en un lugar diferente. EchГі un vistazo y vio a los ocho hombres de los Plateados y esperaba ver a miles mГЎs a su lado. Pero la realidad pronto se hizo evidente al darse cuenta de que aquellos ocho eran lo Гєnico que quedaba y entendiГі cuГЎnto habГ­a cambiado. ВїRecuperarГ­an alguna vez aquellos dГ­as de gloria?

La idea de Kendrick sobre quГ© hace a un guerrero habГ­a cambiado a lo largo de los aГ±os y, estos dГ­as, sentГ­a que lo que hacГ­a a un guerrero no era solo la habilidad y el honor, sino la constancia. La habilidad de continuar. La vida, de alguna manera, te cubrГ­a de muchos obstГЎculos, desgracias, tragedias, pГ©rdidas y, sobre todo, de muchos cambios; Г©l habГ­a perdido mГЎs amigos de los que podГ­a contar y el rey por el que habГ­a vivido siempre ya no vivГ­a. Su verdadera patria habГ­a desaparecido. Y aГєn asГ­, Г©l continuaba, incluso cuando no sabГ­a para quГ©. Г‰l sabГ­a que lo estaba buscando. Y era esta habilidad para continuar, quizГЎs por encima de todo, lo que hacГ­a a un guerrero, lo que hacГ­a que un hombre soportara la prueba del tiempo cuando muchos otros abandonaban. Esto es lo que separaba a los verdaderos guerreros de los fugaces.

“¡PARED DE ARENA AL FRENTE!” gritó una voz.

Era una voz extraГ±a, una a la que Kendrick todavГ­a se estaba acostumbrando, y al echar un vistazo vio a Koldo, el hijo mayor del Rey, destacando entre el grupo por su piel negra, dirigiendo al grupo de soldados de la Cresta. Durante el breve tiempo que hacГ­a que lo conocГ­a, Koldo ya se habГ­a ganado el respeto de Kendrick, al observar la manera en que dirigГ­a a sus hombres y el modo en que estos lo admiraban. Era un caballero al lado del cual Kendrick se sentГ­a orgulloso de cabalgar.

Koldo señaló hacia el horizonte y, al echar un vistazo, Kendrick vio lo que estaba señalando –de hecho, lo oyó antes de verlo. Era un silbido estridente, como un huracán y Kendrick recordó el tiempo que estuvo en el Desierto, cuando fue arrastrado a través de él medio inconsciente. Recordaba las furiosas arenas, agitándose como un tornado que nunca se iba, formando un sólido muro que se alzaba hasta el cielo. Parecía impenetrable, como una pared de verdad, y ayudaba a ocultar la Cresta del resto del Imperio.

Mientras el silbido crecГ­a, Kendrick temГ­a volver a entrar.

“¡PAÑUELOS!” ordenó una voz.

Kendrick vio que Ludvig, el mayor de los gemelos del Rey, estiraba una larga malla de tela blanca y se envolvГ­a la cara con ella. Uno a uno los otros soldados siguieron su ejemplo e hicieron lo mismo.

A su lado apareciГі cabalgando el soldado que se habГ­a presentado a sГ­ mismo como Naten, un hombre que a Kendrick no le habГ­a gustado desde el primer momento. Se mostrГі rebelde e irrespetuoss hacia el mando que le habГ­an asignado a Kendrick.

Naten sonreГ­a con aires de superioridad mientras se acercaba a Kendrick y sus hombres cabalgando.

“Crees que diriges esta misión”, dijo, “solo porque el Rey te la asignó. Pero todavía no sabes lo suficiente para protegera tus hombres del Muro de Arena”.

Kendrick le lanzГі una mirada de furia al hombre, veГ­a que en sus ojos habГ­a un odio hacia Г©l que Г©l no habГ­a provocado. Al principio, Kendrick pensГі que quizГЎs se habГ­a sentido amenazado por Г©l, un extraГ±o, pero ahora veГ­a que simplemente era un hombre al que le encantaba odiar.

“¡Dale los pañuelos!” gritó Koldo a Naten impaciente.

DespuГ©s de que pasara mГЎs tiempo y el muro se acercara todavГ­a mГЎs, mientras la arena se enfurecГ­a, Naten finalmente se acercГі y lanzГі el saco de paГ±uelos a Kendrick, golpeГЎndole bruscamente en el pecho mientras cabalgaba.

“Repártelos entre tus hombres”, dijo, “o el muro os cortará en pedazos. Tú decides, a mí realmente no me importa”.

Naten se fue cabalgando, dando la vuelta para ir hacia sus hombres y Kendrick repartiГі rГЎpidamente los paГ±uelos a sus hombres, acercГЎndose cabalgando al lado de cada uno de ellos y entregГЎndoselos. Entonces Kendrick se envolviГі su propio paГ±uelo en la cabeza y en la cara, como hacГ­an los soldados de la Cresta, dando mГЎs y mГЎs vueltas hasta que lo sentГ­a seguro pero aГєn podГ­a respirar. Apenas podГ­a ver a travГ©s de Г©l, ocultaba el mundo, que se veГ­a borroso a la luz.

Kendrick se preparaba a medida que se iban acercando y el ruido de los remolinos de arena se volvГ­a ensordecedor. Cuando ya habГ­an avanzado casi cincuenta metros, el aire se llenГі con el ruido de la arena golpeando las armaduras. Un instante despuГ©s, la sintiГі.

Kendrick se metiГі en el Muro de Arena y fue como meterse dentro de un ocГ©ano de arena removido. El ruido era tan fuerte que apenas podГ­a escuchar el sonido de su propio corazГіn, pues la arena cubrГ­a cada centГ­metro de su cuerpo, luchando por entrar, por destrozarlo. Los remolinos de arena eran tan intensos que no podГ­a ver a Brandt y Atme, que estaban tan solo a unos metros a su lado.

“¡SEGUID CABALGANDO!” gritó Kendrick a sus hombres, mientras se preguntaba si alguno de ellos podía oírlo, tranquilizándose a él mismo igual que a los demás. Los caballos relinchaban como locos, iban más lentos, actuaban de forma extraña y Kendrick bajó la vista y vio que les estaba entrando arena en los ojos. Le dio una patada más fuerte y rezó para que su caballo no se quedara allí parado.

Kendrick siguiГі avanzando mГЎs y mГЎs, pensando que aquello nunca acabarГ­a y, entonces, por fin, gracias a Dios, saliГі. SaliГі al otro lado, junto a sus hombres, de vuelta al Gran Desierto, el cielo abierto y el vacГ­o lo estaban esperando para recibirlo al otro lado. El Muro de Arena gradualmente se calmГі mientras se alejaban cabalgando y, a medida que volvГ­a la tranquilidad, Kendrick se dio cuenta de que los hombres de la Cresta lo miraban a Г©l y a sus hombres sorprendidos.

“¿Pensabáis que no sobreviviríamos?” preguntó Kendrick a Naten mientras este lo miraba boquiabierto.

Naten se encogiГі de hombros.

“Me hubiera dado igual”, dijo, y se fue cabalgando con sus hombres.

Kendrick intercambiГі una mirada con Brandt y Atme, mientras todos ellos se preguntaban de nuevo por los hombres de la Cresta. Kendrick sentГ­a que el camino hasta ganarse su confianza serГ­a largo y duro. Al fin y al cabo, Г©l y sus hombres eran extranjeros y habГ­an sido los que habГ­an creado ese rastro y les habГ­an causado el problema.

“¡Hacia delante!” exclamó Koldo.

Kendrick alzГі la vista y vio allГ­, en el desierto, el rastro que habГ­an dejado Г©l y los demГЎs del Anillo. Vio todas sus pisadas, ahora endurecidas por la arena, dirigiГ©ndose hacia el horizonte.

Koldo se detuvo donde acababan e hizo una pausa, igual que todos los demГЎs, sus caballos respiraban con dificultad. Todos miraron hacia abajo, examinГЎndolas.

“Esperaba que el desierto las hubiera borrado”, dijo Kendrick, sorprendido.

Naten lo mirГі con desprecio.

“Este desierto no borra nada. Nunca llueve y lo recuerda todo. Estas huellas vuestras los hubieran llevado hacia nosotros y eso hubiera llevado a la Cresta a la ruina”.

“Deja de atosigarle”, dijo Koldo a Naten de manera amenazante, con una severa voz autoritaria.

Todos se giraron al verlo allГ­ cerca y Kendrick se sintiГі muy agradecido hacia Г©l.

“¿Por qué debería hacerlo?” respondió Naten. “Esta gente crearon este problema. Ahora mismo podría estar de vuelta en la Cresta, sano y salvo”.

“Sigue así”, dijo Koldo, “y te mandaré a casa ahora mismo. Te echaremos de nuestra misión y le contaremos al Rey por qué trataste al comandante que él designó sin respeto”.

Naten, finalmente, bajГі sus humos, bajГі la vista y se fue cabalgando hacia el otro lado del grupo.

Koldo mirГі a Kendrick y le hizo una seГ±al de respeto con la cabeza, de comandante a comandante.

“Le pido disculpas por la insubordinación de mis hombres”, dijo. “Como seguramente ya sabrá, un comandante no puede responder siempre por todos sus hombres”.

Kendrick le hizo una seГ±al de respeto con la cabeza, admiraba a Koldo mГЎs que nunca.

“¿Es este el rastro de su pueblo?” preguntó Koldo mientras miraba hacia abajo.

Kendrick asintiГі con la cabeza.

“Eso parece”.

Koldo suspirГі y se dio la vuelta para seguirlo.

“Lo seguiremos hasta que termine”, dijo. “Una vez lleguemos al final, retrocederemos y lo eliminaremos”.

Kendrick se quedГі perplejo.

“Pero ¿no dejaremos nuestra propia marca al volver?”

Koldo hizo un gesto a Kendrick para que siguiera su mirada y este vio varios aparatos, que parecГ­an rastrillos, sujetos a la parte posterior de los caballos de sus hombres.

“Escobas”, explicó Ludvig, acercándose al lado de Koldo. “Borrarán nuestro rastro mientras nosotros cabalgamos”.

Koldo sonriГі.

“Esto es lo que nos ha mantenido invisibles a los enemigos durante siglos”.

Kendrick admirГі los ingeniosos aparatos y se oyГі el grito de los hombres mientras todos daban una patada a sus caballos, se daban la vuelta y seguГ­an el rastro, galopando a travГ©s del desierto, de vuelta al Gran Desierto, hacia un horizonte de vacГ­o. A su pesar, Kendrick echГі la vista hacia atrГЎs mientras se iban, dio una Гєltima mirada al Muro de Arena y, por alguna razГіn, le inundГі la sensaciГіn de que nunca jamГЎs volverГ­an.




CAPГЌTULO CUATRO


Erec estaba en la proa del barco, con Alistair y Strom a su lado, y observaba con preocupaciГіn que el rГ­o se estrechaba. SiguiГ©ndolos de cerca estaba su pequeГ±a flota, todo lo que quedaba de lo que habГ­a partido de las Islas del Sur, todos abriГ©ndose camino como una serpiente por este rГ­o interminable, adentrГЎndose mГЎs y mГЎs en el corazГіn del Imperio. En algunos puntos, este rГ­o era ancho como el ocГ©ano, sus bancos se perdГ­an de vista y las aguas eran claras; pero ahora Erec veГ­a que se estrechaba en el horizonte, cerrГЎndose en un cuello de botella de quizГЎs menos de veinte metros de ancho y sus aguas se volvГ­an turbias.

El soldado profesional que Erec llevaba dentro estaba en mГЎxima alerta. No le gustaban los espacios confinados cuando llevaba a sus hombres y sabГ­a que el rГ­o que se estrechaba harГ­a a su flota mГЎs susceptible a una emboscada. Erec mirГі hacia atrГЎs por encima de su hombro y no vio ni rastro de la enorme flota del Imperio de la que habГ­an escapado en el mar; pero esto no significaba que no estuvieran por allГ­, en alguna parte. SabГ­a que no dejarГ­an de buscarlo hasta que lo encontraran.

Con las manos en las caderas, Erec miró se dio la vuelta y entrecerró los ojos, estudiando las desoladas tierras que había a ambos lados, extendiéndose sin fin, una tierra de arena seca y piedras duras, sin árboles, sin señal de ninguna civilización. Erec examinó los bancos del río y agradeció que, por lo menos, no divisó ningún fuerte ni ningún batallón del Imperio situado a lo largo del río. Quería llevar a su flota río arriba hasta Volusia lo más rápido posible, encontrar a Gwendolyn y a los demás y liberarlos –y salir de allí. Los llevaría, atravesando el mar, de vuelta a las Islas del Sur, donde podría protegerlos. No quería distracciones durante el camino.

Sin ambargo, por otro lado, el ominoso silencio, el paisaje desolado, tambiГ©n le preocupaba: Вїse estaba escondiendo el Imperio por allГ­, esperando para una emboscada?

Erec sabГ­a que todavГ­a existГ­a un peligro mГЎs grande que estar a la espera del ataque del enemigo y era morir de hambre. Era una preocupaciГіn mucho mГЎs urgente. Estaban atravesando lo que era esencialmente una tierra desГ©rtica y todas las provisiones que tenГ­an allГЎ abajo prГЎcticamente se habГ­an acabado. Mientras Erec estaba allГ­, podГ­a oГ­r cГіmo rugГ­a su barriga, pues se habГ­an racionado a una comida por dГ­a durante demasiados dГ­as. SabГ­a que si no aparacГ­a un botГ­n pronto en el paisaje, tendrГ­a un problema mucho mГЎs grande en sus manos. ВїSe acabarГ­a alguna vez este rГ­o? se preguntaba. ВїY si nunca encontraban Volusia?

Y peor: ВїY si Gwendolyn y los demГЎs ya no estaban allГ­? ВїO ya habГ­an muerto?

“¡Otro!” exclamó Strom.

Al darse la vuelta, Erec vio a uno de sus hombres tirando con un sedal de un pez amarillo brillante que habГ­a en la punta, dejГЎndolo caer sobre cubierta. El marinero lo pisГі y Erec se agolpГі con los demГЎs y mirГі hacia abajo. NegГі con la cabeza decepcionado: dos cabezas. Era otro de los peces venenosos que parecГ­an vivir en abundancia en este rГ­o.

“Este río está maldito”, dijo el hombre mientras tiraba el sedal al suelo.

“¿Y si este río no nos lleva hasta Volusia?” preguntó Strom.

Erec podГ­a ver la preocupaciГіn en el rostro de su hermano y la compartГ­a.

“Nos llevará a algún lugar”, respondió Erec. “Y nos lleva hacia el norte. Si no es hasta Volusia, entonces cruzaremos tierra a pie y nos abriremos camino luchando”.

“¿Deberemos abandonar nuestros barcos entonces? ¿Cómo huiremos de este lugar? ¿Volveremos a las Islas del Sur?”

Erec negГі lentamente con la cabeza y suspirГі.

“Puede que no”, contestó sinceramente. “No existe cruzada por el honor que sea segura. ¿Y esto nos ha detenido a ti o a mí alguna vez?”

Strom se girГі hacia Г©l y le sonriГі.

“Esto es por lo que vivimos”, respondió él.

Erec le sonriГі, se dio la vuelta y vio que Alistair se acercaba a su lado, se agarraba a la barandilla y observaba el rГ­o, que se iba estrechando a medida que avanzaban. Sus ojos estaban vidriosos y tenГ­a una mirada distante y Erec podГ­a notar que estaba perdida en otro mundo. HabГ­a notado que alguna cosa habГ­a cambiado en ella tambiГ©n, no estaba seguro de quГ© era, como si estuviera guardando algГєn secreto. Se morГ­a de ganas de preguntГЎrselo, pero no querГ­a fisgonear.

Se escuchГі un coro de cuernos y Erec, sobresaltado, se girГі para mirar atrГЎs. El corazГіn le dio un vuelco al ver lo que se les echaba encima.

“¡ACERCÁNDOSE RÁPIDAMENTE!” gritó un marinero desde lo alto de un mástil, señalando deseperadamente. “¡LA FLOTA DEL IMPERIO!”

Erec corriГі a travГ©s de la cubierta, de vuelta a la popa, acompaГ±ado por Strom, pasando por delante de todos sus hombres, todos ellos preparados para la batalla, agarrando sus espadas, preparando sus arcos, preparГЎndose mentalmente.

Erec llegГі a popa, se agarrГі a la barandilla, echГі un vistazo y vio que era verdad: allГ­, en la curva del rГ­o, a tan solo unos pocos cientos de metros, habГ­a una fila de barcos del Imperio, navegando con sus velas negras y doradas.

“Deben habernos encontrado nuestro rastro”, dijo Strom, que estaba a su lado.

Erec negГі con la cabeza.

“Nos estuvieron siguiendo todo el tiempo”, dijo él, al darse cuenta. “Solo estaban esperando para dejarse ver”.

“¿Esperando a qué?” preguntó Strom.

Erec se dio la vuelta y mirГі hacia atrГЎs por encima de su hombro, rГ­o arriba.

“Aquello”, dijo.

Strom se dio la vuelta y examinГі con atenciГіn el rГ­o, que se iba estrechando.

“Esperaban al punto más estrecho del río”, dijo Erec. “Esperaban a que tuviéramos que navegar en una sola fila y estuviéramos demasiado adentro para dar la vuelta. Nos tienen justamente donde querían”.

Erec mirГі de nuevo a la flota y, estando allГ­, se sentГ­a increГ­blemente concentrado, como hacГ­a a menudo cuando dirigГ­a a sus hombres o se encontraba en momentos de crisis. Se le activГі otro sentido y, como le pasaba a menudo en momentos como este, se le ocurriГі una idea.

Erec se dirigiГі a su hermano.

“Encárgate de aquel barco que está a nuestro lado”, ordenó. “Empieza por la retaguardia de nuestra flota. Haz que todos los hombres salgan de ella y suban al barco que está al lado. ¿Me oyes? Vacía aquel barco. Cuando el barco esté vacío, tú serás el último en marchar”.

Strom mirГі hacia atrГЎs, confundido.

“¿Cuándo el barco esté vacío?” repitió. “No lo entiendo”.

“Tengo pensado hacerlo naufragar”.

“¿Hacerlo naufragar?” preguntó Strom estupefacto.

Erec asintiГі con la cabeza.

“En el punto más estrecho, cuando las orillas del río se encuentran, girarás este barco hacia un lado y lo abandonarás. Esto creará una cuña, la barrera que necesitamos. Nadie podrá seguirnos. Y ahora ¡en marcha!” exclamó Erec.

Strom se puso en acciГіn, siguiendo las Гіrdenes de su hermano, respaldГЎndolo, estuviera o no de acuerdo con ellas. Erec llevaba el barco junto con los demГЎs y Strom pegГі un salto de una barandilla a la otra. Cuando cayГі en el otro barco, empezГі a gritar Гіrdenes y los hombres se pusieron en acciГіn, todos ellos saltaron de uno en uno de su barco al de Erec.

Erec estaba preocupado al ver que sus barcos empezabana separarse.

“¡Encargaos de las cuerdas!” gritó Erec a sus hombres. “¡Usad los garfios, mantened los barcos unidos!”

Sus hombres siguieron su orden, corrieron hacia un lado del barco, levantaron los garfios y los lanzaron al aire, hasta que se engancharon al barco que estaba a su lado y tiraron con todas sus fuerzas para que los barcos no se separarab mГЎs. Esto acelerГі el proceso y docenas de hombres saltaron de una barandilla a la otra, agarrando todos sus armas rГЎpidamente mientras abandonaban el barco.

Strom supervisaba, gritaba Гіrdenes, se aseguraba de que todos los hombres abandonaban el barco, reuniГ©ndolos hasta que no quedГі nadie a bordo.

Strom mirГі a Erec, mientras este lo observaba con aprobaciГіn.

“¿Y qué pasa con las provisiones del barco?” exclamó Strom por encima de todo aquel escándalo. “¿Y sus armas sobrantes?”

Erec negГі con la cabeza.

“Déjalo”, le dijo gritando. “Empieza por la retaguardia y destruye el barco”.

Erec se dio la vuelta y se fue corriendo hacia la proa, dirigiendo su flota mientras todos lo seguГ­an y navegaban hacia el cuello de botella.

“¡UNA ÚNICA FILA!”

Todos sus barcos le siguieron mientras el rГ­o iba estrechГЎndose gradualmente. Erec navegaba con su flota y, mientras tanto, girГі la vista hacia atrГЎs y vio que la flota del Imperio se acercaba rГЎpidamente, ahora estaba apenas a unos noventa metros. Vio cГіmo centenares de tropas del Imperio manejaban sus arcos y preparaban sus flechas, prendiГ©ndoles fuego. SabГ­a que estaban casi a su alcance; habГ­a muy poco tiempo que perder.

“¡AHORA!” gritó Erec a Strom, justo cuando el barco de Strom, el último de la flota, se adentraba en el punto más estrecho.

Strom, que estaba observando y esperando, levantГі su espada y cortГі la mitad de las cuerdas que unГ­an su barco al de Erec mientras, al mismo tiempo, saltaba al barco al lado de Erec. Las cortГі justo cuando el barco abandonado navegaba hacia el cuello de botella e, inmediatamente, avanzaba a trompicones, sin timГіn.

“¡GIRADLO DE LADO!” ordenó Erec a sus hombres.

Todos sus hombres agarraron las cuerdas que quedaban a un lado del barco y tiraron tan fuerte como pudieron hasta que el barco, crujiendo en protesta, se girГі lentamente de lado contra la corriente. Finalmente, la corriente lo llevГі, se quedГі firmemente atascado entre las rocas, apiГ±ado entre las dos orillas del rГ­o, mientras su madera crujГ­a y se empezaba a agrietar.

“¡TIRAD MÁS FUERTE!” exclamó Erec.

Tiraban y tiraban y Erec corriГі para unirse a ellos, todos chillaban mientras tiraban con todas sus fuerzas. Lentamente, consiguieron girar el barco, manteniГ©ndolo tenso mientras se adentraba mГЎs y mГЎs en las rocas.

Cuando el barco dejГі de moverse, firmemente colocado, Erec se quedГі finalmente satisfecho.

“¡CORTAD LAS CUERDAS!” exclamó, sabiendo que era ahora o nunca, sintiendo que su propio barco empezaba a tambalearse.

Los hombres de Erec cortaron las cuerdas que quedaban, liberando su barco en el momento justo.

El barco abandonado empezГі a agrietarse, a desmoronarse, sus restos bloqueaban firmemente el rГ­o y, un instante despuГ©s, el cielo ennegreciГі cuando un montГіn de flechas encendidas del Imperio descendieron sobre la flota de Erec.

La maniobra de Erec por alejar a sus hombres de ser heridos habГ­a sido en el momento preciso: las flechas habГ­an ido a parar al barco abandonado, cayendo a menos de veinte metros de la flota de Erec y solo sirvieron para prender fuego al barco, creando un obstГЎculo mГЎs entre ellos y el Imperio. Ahora, el rГ­o serГ­a infranqueable.

“¡A toda vela hacia delante!” gritó Erec.

Su flota navegaba con todas sus fuerzas, cogiendo el viento, distanciГЎndose de su asedio y dirigiГ©ndose mГЎs y mГЎs al norte, fuera del alcance de las flechas del Imperio. Vino otra descarga de flechas y estas fueron a parar al agua, salpicando y silbando alrededor del barco cuando impactaban con el agua.

Mientras continuaban navegando, Erec estaba en la proa y observaba, y vigilaba con satisfacciГіn mientras miraba cГіmo la flota del Imperio se detenГ­a ante el barco en llamas. Uno de los barcos del Imperio, sin miedo, intentГі embestirlo, pero lo Гєnico que consiguiГі con sus esfuerzos fue prenderse fuego; centenares de soldados del Imperio gritaron, envueltos en llamas y saltaron por la borda y su barco en llamas creo un mar de restos todavГ­a mГЎs profundo. Mientras lo miraba, Erec se imaginaba que el Imperio no podrГ­a atravesarlo durante varios dГ­as.

Erec sintiГі una mano que le agarraba fuerte el hombro y, al echar un vistazo, vio a Strom de pie a su lado sonriendo.

“Una de tus estrategias más acertadas”, dijo.

Erec le sonriГі.

“Enhorabuena”, respondió.

Erec se girГі y mirГі rГ­o arriba, las aguas se movГ­an en todas direcciones y Г©l todavГ­a no estaba tranquilo. HabГ­an ganado esta batalla, pero ВїquiГ©n sabГ­a los obstГЎculos que les aguardaban?




CAPГЌTULO CINCO


Volusia, que llevaba su ropaje dorado, estaba en lo alto de su tarima, mirando hacia abajo a los cien peldaГ±os de oro que habГ­a levantado como una oda a ella misma, estirГі los brazos y disfrutГі del momento. Por lo que podГ­a ver, las calles de la capital estaban llenas de gente, ciudadanos del Imperio, sus soldados, todos sus nuevos fieles, todos agachando la cabeza ante ella, hasta tocar con la cabeza en el suelo con la primera luz de la maГ±ana. Todos cantaban a coro a la vez, un suave sonido constante, participando en el servicio de la maГ±ana que ella habГ­a creado, tal y como sus ministros y comandantes les habГ­an ordenado que hicieran: adoradla o encontrarГ©is la muerte. SabГ­a que ahora la adoraban porque tenГ­an que hacerlo, pero muy pronto, lo harГ­an porque serГ­a lo Гєnico que conocerГ­an.

“Volusia, Volusia, Volusia”, cantaban. “Diosa del sol y diosa de las estrellas. Madre de los océanos y precursora del sol”.

Volusia observaba y admiraba su nueva ciudad. Por todas partes se habГ­an levantado estatuas de oro de ella, tal y como ella habГ­a indicado a sus hombres que lo hicieran. Cada rincГіn de la capital tenГ­a una estatua de ella, de oro brillante; a donde quiera que uno mirara, no quedaba mГЎs remedio que verla, que venerarla.

Por fin, estaba satisfecha. Por fin, era la Diosa que ella sabГ­a que tenГ­a que ser.

Los cantos llenaban el ambiente, al igual que el incienso, que quemaba en todos los altares por ella. Hombres, mujeres y niГ±os llenaban las calles, hombro a hombro, todos inclinГЎndose ante ella y ella sentГ­a que lo merecГ­a. El camino hasta llegar aquГ­ habГ­a sido largo y duro, pero ella habГ­a marchado hasta la capital, habГ­a conseguido tomarla, destruir a los ejГ©rcitos del Imperio que se le habГ­an puesto en contra. Ahora, por fin, la capital era suya.

El Imperio era suyo.

Por supuesto, sus consejeros pensaban diferente, pero a Volusia no le preocupaba mucho lo que pensaran. Ella sabГ­a que era invencible, estaba en algГєn lugar entre el cielo y la tierra y ningГєn poder de este mundo podГ­a destruirla. No solo no se encogГ­a de miedo, sino que sabГ­a que esto solo era el principio. TodavГ­a querГ­a mГЎs poder. TenГ­a pensado visitar cada cuerno y punta del Imperio y machacar a todos aquellos que se le opusieran, que no aceptaran su poder unilateral. ReunirГ­a un ejГ©rcito mГЎs y mГЎs grande, hasta que tuviera dominado cada rincГіn del Imperio.

Dispuesta a empezar el dГ­a, Volusia descendГ­a lentamente e su tarima, tomando un escalГіn de oro despuГ©s del otro. Estiraba el brazo y, cuando los ciudadanos corrГ­an hacia delante, sus manos tocaban las de ellos, una multitud de fieles recibiГ©ndola con los brazos abiertos, una diosa viva entre ellos. Algunos fieles, llorando, tocaban con la cara en el suelo mientras ella pasaba y montones mГЎs formaron un puente humano al fondo, deseosos de que caminara por encima de ellos. Lo hizo, pisando encima de la carne blanda de sus espaldas.

Por fin, tenГ­a su rebaГ±o. Y ahora era el momento de ir a la guerra.


*

Volusia estaba en lo alto de las murallas que rodean la ciudad, mirando desde allГ­ el cielo desierto con una intensa sensaciГіn de que aquel era su destino. No veГ­a otra cosa que no fueran cadГЎveres sin cabeza, todos los hombres que habГ­a matado, y un cielo de buitres que chillaban, que se abalanzaban sobre ellos para comer su carne. Fuera de aquellas murallas habГ­a una suave brisa y ella ya olГ­a el hedor a carne podrida, que pesaba en el viento. Miraba la carnicerГ­a con una amplia sonrisa. Aquellos hombres habГ­an osado resisitirse a ella y habГ­an pagado el precio.

“¿No deberíamos enterrar a los muertos, Diosa?” dijo una voz.

Volusia echó un vistazo y vio al comandante de sus fuerzas armadas, Rory, un humano alto, de pecho amplio, con una barbilla esculpida y un aspecto imponente. Lo había escogido a él, lo había elevado por encima de otros generales porque era agradable a la vista y, aún más, porque era un comandante brillante y ganaría a cualquier precio –igual que ella.

“No”, respondió sin mirarlo. “Quiero que se pudran bajo el sol y que los animales se atiborren con su carne. Quiero que todos sepan lo que les pasa a los que se oponen a la Diosa Volusia”.

Г‰l observГі el panorama y retrocediГі.

“Como desee, Diosa”, respondió.

Volusia examinГі el horizonte y, mientras lo hacГ­a, su hechicero, Koolian, que llevaba una capucha y una capa negras, con los ojos verde brillantes y la cara llena de verrugas, la persona que le habГ­a ayudado aconsejГЎndola en el asesinato de su propia madre y uno de los pocos miembros de su cГ­rculo Г­ntimo en los que todavГ­a confiaba, dio un paso hasta su lado y lo examinГі tambiГ©n.

“Sabe que están allá fuera”, le recordó. “Que vienen a por usted. Puedo sentir que están viniendo incluso ahora”.

Ella lo ignorГі, mirando hacia delante.

“Yo también”, dijo finalmente.

“Los Caballeros de los Siete son muy poderosos, Diosa”, dijo Koolian. “Viajan con un ejército de hechiceros, un ejército contra el que incluso usted no puede luchar”.

“Y no se olvide de los hombres de Rómulo”, añadió Rory. “Según los informes están cerca de nuestras orillas incluso ahora, de vuelta del Imperio con su millón de hombres”.

Volusia miraba fijamente y un largo silencio colgГі en el aire, solo roto por el aullido del viento.

Por fin, Rory dijo:

“Sabe que no podemos permanecer en este lugar. Quedarnos aquí significará la muerte para todos nosotros. ¿Qué ordena usted, Diosa? ¿Marcharemos de la capital? ¿Nos rendiremos?”

Volusia finalmente se dirigiГі a Г©l y sonriГі.

“Lo celebraremos”, dijo.

“¿Lo celebraremos?” dijo él, perplejo.

“Sí, lo celebraremos”, dijo ella. “Justo hasta el final. Reforzad las puertas de nuestra ciudad y abrid el gran estadio. Declaro cien días de fiestas y juegos. Puede que muramos”, dijo finalmente sonriendo, “pero lo haremos con una sonrisa”.




CAPГЌTULO SEIS


Godfrey corrГ­a por las calles de Volusia, junto a Ario, Merek, Akorth y Fulton, a toda prisa para llegar a la puerta de la ciudad antes de que fuera demasiado tarde. TodavГ­a estaba pletГіrico por su Г©xito al sabotear el estadio, conseguir envenenar al elefante, encontrar a Dray y soltarlo en el estadio, justo cuando Darius mГЎs lo necesitaba. Gracias a su ayuda y a la mujer finiana, Darius habГ­a ganado; Г©l le habГ­a salvado la vida a su amigo, lo que aliviaba su culpa por haberle llevado hasta una emboscada en las calles de Volusia al menos un poco. Por supuesto, el papel de Godfrey quedaba a la sombra, donde Г©l mejor estaba y Darius no podrГ­a haber salido victoriosos sin su propia valentГ­a y experta lucha. AГєn asГ­, Godfrey habГ­a tenido una pequeГ±a parte.

Pero ahora todo se estaba torciendo; tras los juegos, Godfrey esperaba poderse encontrar con Darius en la puerta del estadio mientras lo sacaban y liberarlo. No esperaba que Darius fuera acompaГ±ado hasta la puerta trasera y escoltado a travГ©s de la ciudad. DespuГ©s de haber ganado, la multitud del Imperio por entero habГ­a estado cantando su nombre y los capataces del Imperio se habГ­an visto amenazados por su inesperada popularidad. HabГ­an creado un hГ©roe y habГ­an decidido escoltarlo fuera de la ciudad y hacia el circo de la capital lo antes posible, antes de que tuvieran la revoluciГіn en sus manos.

Ahora Godfrey corrГ­a con los demГЎs, desesperado por pillarlo, por llegar hasta Darius antes de que saliera por las puertas de la ciudad y fuera demasiado tarde. El camino hacia la capital era largo, imhГіspito, pasaba por el Desierto y estaba fuertemente guardado; una vez saliera de la ciudad, no habrГ­a manera de ayudarlo. TenГ­a que salvarlo o todos sus esfuerzos habrГ­an sido en vano.

Godfrey corrГ­a por las calles, respirando con dificultad, y Merek y Ario ayudaban a Akorth y a Fulton, sus grandes barrigas dirigГ­an el camino.

“¡No te detengas!” animó Merek a Fulton mientras le tiraba del brazo. Ario se limitaba a darle un codazo a Akorth en la espalda, haciéndolo chillar, empujándolo cuando iba más lento.

Godfrey sentГ­a cГіmo el sudor caГ­a por su nuca mientras corrГ­a y se maldecГ­a a sГ­ mismo, otra vez, por beber tantas pintas de cerveza. Pero pensaba en Darius y obligaba a sus doloridas piernas a seguir moviГ©ndose, girando una calle tras otra hasta que, finalmente, salieron de una larga arcada de piedra hacia la plaza de la ciudad. Al hacerlo, allГ­ en la distancia, quizГЎs a menos de cien metros estaba la puerta de la ciudad, imponente, que se alzaba a unos quince metros. Cuando Godfrey echГі un vistazo, el corazГіn le dio un vuelco al ver que sus barras se abrГ­an por completo.

“¡NO!” exclamó involuntariamente.

A Godfrey lo inundó el pánico cuando observó el carruaje de Darius, tirado por caballos, escoltado por soldados del Imperio, cubierto de barras de hierro –como una jaula sobre ruedas- dirigiéndose hacia las puertas abiertas.

Godfrey corriГі mГЎs rГЎpido, mГЎs rГЎpido de lo que Г©l sabГ­a que podГ­a hacerlo, tropezando con Г©l mismo.

“No vamos a conseguirlo”, dijo Merek, la voz de la razón, posando una mano sobre su brazo.

Pero Godfrey se la sacudió y corrió. Sabía que era una causa perdida –el carruaje estaba demasiado lejos, demasiado fuertemente escoltado, demasiado fortalecido- y, sin embargo, siguió corriendo hasta que no pudo correr más.

Se quedГі allГ­, en medio del patio, la mano firme de Merek lo retenГ­a y Г©l se inclinГі y se dejГі caer, con las manos en las rodillas.

“¡No podemos dejar que se vaya!” gritó Godfrey.

Ario negГі con la cabeza, mientras se acercaba a su lado.

“Ya se ha ido”, dijo. “Resérvate. Puede que luchemos otro día”.

“Lo traeremos de vuelta de algún otro modo”, añadió Merek.

“¿¡Cómo!?” imploró Godfrey desesperadamente.

Ninguno de ellos tenГ­a una respuesta, mientras estaban todos allГ­ y observaban las puertas de hierro que se cerraban detrГЎs de Darius, como puertas que se cerrasen en el alma de Darius.

PodГ­an ver el carruaje de Darius a travГ©s de las puertas, ya lejos, cabalgando en el desierto, poniendo distancia entre ellos y Volusia. La nube de polvo de su estela crecГ­a mГЎs y mГЎs, ocultГЎndolos pronto de su vista y Darius sentГ­a que el corazГіn se le rompГ­a cuando sintiГі que habГ­a decepcionado a la Гєltima persona que conocГ­a y su Гєnica esperanza de redenciГіn.

El silencio se rompiГі por el ladrido frenГ©tico de un perro salvaje y Godfrey bajГі la vista y vio a Dray saliendo de un callejГіn de la ciudad, ladrando y gruГ±endo como un loco, corriendo a travГ©s del patio tras su dueГ±o. Г‰l tambiГ©n estaba desesperado por salvar a Darius, y, al llegar a las grandes puertas de hierro, se abalanzГі y se tirГі sobre ellas desgarrГЎndolas, sin Г©xito, con sus dientes.

Godfrey observГі horrorizado cГіmo los soldados del Imperio que hacГ­an guardia echaron el ojo a Dray y se hacГ­an seГ±ales entre ellos. Uno desenfundГі su espada y se acercГі al perro, claramente preparГЎndose para matarlo.

Godfrey no sabГ­a lo que se habГ­a apoderado de Г©l, pero algo dentro de Г©l se rompiГі. Era demasiado para Г©l, demasiada injusticia para soportarla. Si no podГ­a salvar a Darius, por lo menos debГ­a salvar a su querido perro.

Godfrey se escuchaba a sГ­ mismo chillar, sentГ­a cГіmo corrГ­a, como si estuviera fuera de sГ­ mismo. Con una sensaciГіn surrealista, sintiГі cГіmo desenfundaba su corta espada y corrГ­a hacia delante, hacia el desprevenido guarda y, cuando el guarda se dio la vuelta, se encontrГі a sГ­ mismo clavГЎndole la espalda en el corazГіn del guarda.

El enorme soldado del Imperio mirГі hacia abajo a Godfrey incrГ©dulo, con los ojos totalmente abiertos, mientras estaba allГ­, inmovilizado. Entonces cayГі al suelo, muerto.

Godfrey escuchГі un grito y vio a los otros dos guardas del Imperio echГЎndosele encima. Levantaron sus amenazadoras armas y supo que no podГ­a contra ellos. MorirГ­a aquГ­, en esta puerta, pero por lo menos morirГ­a con un noble esfuerzo.

Un gruГ±ido rompiГі el aire y Godfrey vio, por el rabillo del ojo, que Dray se giraba y saltaba hacia delante, echГЎndose encima del guarda que amenazaba a Godfrey. Le hundiГі los colmillos en el cuello y lo inmovilizГі en el suelo, desgarrГЎndolo hasta que el hombre dejГі de moverse.

A la vez, Merek y Ario fueron corriendo hacia delante y usaron cada uno sus cortas espadas para apuГ±alar al otro guarda que estaba en la espalda de Godfrey, matГЎndolo juntos antes de que pudiera acabar con Godfrey.

Todos se quedaron allГ­, en silencio, Godfrey miraba toda la carnicerГ­a, atГіnito ante lo que acababa de hacer, sorprendido de que tuviera tal valentГ­a, mientras Dray se le acercaba rГЎpidamente y le lamГ­a el dorso de la mano.

“No pensaba que tuvieras esto dentro”, dijo Merek, admirado.

Godfrey estaba allГ­, aturdido.

“Ni yo mismo estoy seguro de lo que acabo de hacer”, dijo serio, todos los sucesos se confundían. No había tenido la intención de actuar –simplemente lo había hecho. ¿Y, aún así, esto lo convertía en valiente? se preguntaba.

Akorth y Fulton miraban aterrorizados en todas direcciones, buscando alguna seГ±al de los soldados del Imperio.

“¡Tenemos que salir de aquí!” gritó Akorth. “¡Ahora!”

Godfrey sintiГі unas manos sobre Г©l que le empujaban. Se girГі y corriГі con los demГЎs, con Dray a su lado, mientras se alejaban de la puerta, corriendo de vuelta a Volusia y Dios sabeВ  a quГ© les tenГ­a guardado el destino.




CAPГЌTULO SIETE


Darius estaba apoyado contra las barras de hierro, con las muГ±ecas encadenadas a los tobillos con una larga y pesada cadena, con el cuerpo cubierto de heridas y rasguГ±os y sentГ­a como si pesara media tonelada. Mientras avanzaba, en el carruaje que daba botes en el irregular camino, Г©l miraba hacia fuera y observaba el cielo desierto entre las barras, sintiГ©ndose desolado. Su carruaje atravesaba un paisaje interminable y desГ©rtico, no habГ­a mГЎs que desolaciГіn hasta donde la vista alcanzaba. ParecГ­a que el mundo habГ­a acabado.

Su carruaje era sombrГ­o, pero por las barras se colaban rayos de sol y Г©l sentГ­a que el agobiante calor del desierto se levantaba en oleadas, haciГ©ndole sudar incluso a la sombra y aumentando su malestar.

Pero a Darius no le importaba. Todo su cuerpo, de la cabeza a los pies, le ardГ­a y le dolГ­a, estaba cubierto de bultos, le costaba mover las extremidades, estaba agotado por los dГ­as interminables de lucha en el circo. Era incapaz de dormir, cerraba los ojos e intentaba borrar los recuerdos pero, cada vez que lo hacГ­a, veГ­a a todos sus amigos muriendo a su lado, Desmond, Raj, Luzi y Kaz, todos de formas horribles. Todos muertos para que Г©l pudiera sobrevivir.

Г‰l era el ganador, habГ­a conseguido lo imposible y, aГєn asГ­, esto significaba poco para Г©l ahora. SabГ­a que la muerte estaba cerca; su recompensa, al fin y al cabo, era que lo transportaban a la capital del Imperio, para convertirse en un espectГЎculo en un circo mГЎs grande, con rivales todavГ­a peores. La recompensa por todo esto, por todos sus actos de valentГ­a, era la muerte.

Darius preferГ­a morir ahora mismo que volver a pasar todo aquello. Pero no podГ­a controlarlo; estaba aquГ­ encadenado, indefenso. ВїCuГЎnto tiempo mГЎs iba a durar esta tortura? ВїTendrГ­a que ser testigo de cГіmo todo lo que amaba en el mundo morГ­a antes de morir Г©l?

Darius cerrГі los ojos de nuevo, intentando desesperadamente eliminar los recuerdos y, al hacerlo, recordГі algo de su temprana infancia. Estaba jugando delante de la cabaГ±a de su abuelo, en el barro, empuГ±ando una vara. Golpeaba sin cesar a un ГЎrbol hasta que su abuelo se lo arrebatГі.

“No juegues con palos”, le regañó su abuelo, “¿Quieres llamar la atención del Imperio?” ¿Quieres que piensen en ti como en un guerrero?”

Su abuelo rompiГі el palo con su rodilla y Darius se llenГі de furia. Era mГЎs que un palo: era su vara todopoderosa, la Гєnica arma que tenГ­a. Aquella vara lo significaba todo para Г©l.

SГ­, quiero que me conozcan como un guerrero. No quiero que me conozcan como otra cosa en la vida, pensГі Darius.

Pero cuando su abuelo dio la vuelta y se fue hecho una furia, Г©l estaba demasiado asustado para decirlo en voz alta.

Darius cogió el palo roto y sostuvo los trozos en sus manos, mientras las lágrimas le caían por las mejillas. Juró que un día lo vengaría todo –su vida, su aldea, su situación, el Imperio, cualquier cosa y todo lo que no podía controlar.

Los aplastarГ­a a todos. Y no lo conocerГ­an por otra cosa que no fuera por ser un guerrero.


*

Darius no sabГ­a cuГЎnto tiempo habГ­a pasado cuando despertГі, pero inmediatamente se dio cuenta de que el sol brillante de la maГ±ana habГ­a cambiado al tenue naranja de la tarde, de cara al atardecer. El aire tambГ©n era mucho mГЎs fresco y sus heridas se habГ­an endurecido, haciГ©ndole mГЎs difГ­cil el poderse mover, incluso poder cambiar de postura en este incГіmodo carruaje. Los caballos iban a toda prisa por las duras piedras del desierto, la interminable sensaciГіn del metal golpeando su cabeza le hacГ­a sentir como si le estuvieran destrozando el crГЎneo. Se frotГі los ojos, para sacarse la tierra incrustada en sus pestaГ±as y se preguntaba cuГЎnto quedaba para llegar a la capital. SentГ­a como si ya hubiera viajado hasta los confines de la tierra.

ParpadeГі varias veces y mirГі hacia fuera esperando ver, como siempre, un horizonte vacГ­o, un ГЎrido desierto. Pero, esta vez, al mirar hacia fuera, se sobresaltГі al ver algo diferente. Se incorporГі mГЎs por primera vez.

El carruaje empezГі a ir mГЎs despacio, el estruendo de los caballos se redujo un poco, los caminos se volvieron mГЎs lisos y mientras estudiaba el nuevo paisaje, Darius vio algo que nunca olvidarГ­a: allГ­, alzГЎndose en el desierto como una civilizaciГіn perdida, habГ­a el enorme muro de una ciudad, que parecГ­a levantarse hasta el cielo y extenderse hasta que la vista alcanzaba. Estaba marcado por enormes puertas de oro brillantes, sus muros y parapetos estaban repletos de soldados del Imperio y Darius enseguida supo que habГ­an llegado: la capital.

El sonido del camino cambiГі a un sonido hueco, de madera, y Darius bajГі la vista y vio que el carruaje pasaba por un puente levadizo arqueado. Pasaron por delante de cientos de soldados mГЎs en fila a lo largo del puente, todos ellos muy atentos a su paso.

Un gran crujido llenГі el aire y, al mirar hacia delante, Darius vio las puertas de oro, increГ­blemente altas, abrirse de par en par, como si lo fueran a abrazar. Vio un atisbo mГЎs allГЎ de ellas, de la mГЎs magnГ­fica ciudad que jamГЎs habГ­a visto y supo, sin lugar a dudas, que este era un lugar del que no se podГ­a escapar. Como para confirmar sus pensamientos, Darius oyГі un estruendo en la distancia, que reconociГі de inmediato: era el clamor del circo, de un nuevo circo, de hombres deseosos de sangre y de lo que, seguramente, serГ­a su Гєltima parada. No tenГ­a miedo; tan solo le pedГ­a a Dios morir de pie, con la espada en mano, en un Гєltimo acto de valentГ­a.




CAPГЌTULO OCHO


Thorgrin tiró por última vez de la cuerda de oro, con las manos temblorosas y con Angel a su espalda, nientras el sudor le caía por la cara y, finalmente, llegó hasta arriba del acantilado, mientras sus rodillas tocaban tierra y él recuperaba la respiración. Se giró para mirar hacia atrás y vio, cientos de metros hacia abajo, los empinados acantilados, las olas del mar rompiendo, su barco en la playa, que se veía muy pequeño, y se sorprendió de lo mucho que habían escalado. Oyó gemidos a su alrededor y, al darse la vuelta, vio a Reece y Selese, Elden e Indra, O’Connor y Matus llegando a la cima, todos ellos subiendo hasta la Isla de la Luz.

Thor estaba arrodillado, sus mГєsculos agotados, y observГі la Isla de la Luz que se extendГ­a ante Г©l y su corazГіn dio un vuelco al tener un nuevo presentimiento. Incluso antes de ver el horrible panorama, podГ­a oler las cenizas ardientes, el pesado olor del humo en el aire. TambiГ©n podГ­a sentir el calor, el fuego ardiente, el daГ±o que dejaron quienes quiera que fueran aquellas criaturas que habГ­an destrozado aquel lugar. La isla estaba negra, quemada, destrozada, todo lo que habГ­a tenido una vez de idГ­lico, que habГ­a parecido invencible, ahora se habГ­a convertido en cenizas.

Thorgrin se puso de pie y no perdiГі el tiempo. EmpezГі a adentrarse en la isla, su corazГіn latГ­a fuerte mientras buscaba a Guwayne por todas partes. Mientras asimilaba el estado de aquel lugar, odiaba pensar con quГ© se podГ­a encontrar.

“¡GUWAYNE!” gritaba Thorgrin mientras saltaba por las colinas ardientes, levantando ambas manos hasta su boca.

Su voz resonaba contra las ondulantes colinas, como si le estuviera haciendo burla. Y, a continuaciГіn, solo se escuchaba el silencio.

Se escuchГі un chillido solitario proveniente de algГєn lugar por allГЎ arriba y, al alzar la vista, Thor vio a Lycoples, todavГ­a volando en cГ­rculos. Lycoples volviГі a chillar, descendiГі y se fue volando hacia el centro de la isla. Thor sintiГі de inmediato que le estaba guiando hasta su hijo.

Thor empezГі a ir mГЎs deprisa, los otros a su lado, corriendo a travГ©s del pГЎramo chamuscado, buscando por todas partes.

“¡GUWAYNE!” gritó de nuevo. “¡RAGON!”

Mientras Thor observaba la devastaciГіn del paisaje ennegrecido, sentГ­a la certeza cada vez mГЎs grande de que nada podГ­a haber sobrevivido aquГ­. Estas colinas ondulantes, una vez tan repletas de hierba y ГЎrboles, no eran mГЎs que un paisaje cicatrizado. Thor se preguntaba quГ© tipo de criaturas, aparte de los dragones, podГ­an causar semejante destrucciГіn y, lo mГЎs importante, quiГ©n las controlaba, quiГ©n las habГ­a enviado hasta aquГ­ y por quГ©. ВїPor quГ© era tan importante su hijo para que alguien mandara un ejГ©rcito a por Г©l?

Thor miraba hacia el horizonte, esperando ver alguna seГ±al de ellos, pero su corazГіn se hundiГі al no ver nada. En su lugar solo vio llamas ardientes que contaminaban las colinas.

QuerГ­a creer que Guwayne, de alguna manera, habГ­a sobrevivido a todo aquello. Pero no veГ­a cГіmo. Si un hechicero tan poderoso como Ragon no pudo haber parado aquellas fuerzas que habГ­an estado allГ­, ВїcГіmo iba a salvar Г©l a su hijo?

Por primera vez desde que habГ­an salido en esta misiГіn, Thor empezaba a perder la esperanza.

Corrían y corrían, subían y bajaban las colinas y, al llegar a la cima de una colina particularmente alta, O’Connor, que iba al frente, señalo con entusiasmo.

“¡Allí!” exclamó.

O’Connor apuntó hacia el lado, hacia los restos de un antiguo árbol, ahora chamuscado, con las ramas retorcidas. Y cuando Thor miró más de cerca, divisó, bajo él un cuerpo que no se movía.

Thor sintiГі de inmediato que se trataba de Ragon. Y no vio ninguna seГ±al de Guwayne.

Thor, lleno de temor, corriГі hacia delante y cuando llegГі hasta Г©l, cayГі sobre sus rodillas a su lado, buscando por todas partes a Guwayne. Esperaba encontrar a Guwayne escondido, quizГЎs, entre los ropajes de Ragon, o en algГєn lugar a su lado, o cerca de Г©l, quizГЎs en la grieta de alguna roca.

Pero su corazГіn se hundiГі al ver que no estaba por ningГєn lado.

Thor le dio la vuelta lentamente a Ragon, que tenГ­a la ropa chamuscada, mientras rezaba para que no lo hubieran matado y, mientras le daba la vuelta, sintiГі un atisbo de esperanza al ver que los ojos de Ragon se movГ­an. Thor se inclinГі y lo agarrГі por los hombros, que todavГ­a quemaban al tocarlos y, al quitarle la capucha a Ragon, se horrorizГі al ver su rostro carbonizado, desfigurado por las llamas.

Ragon empezГі a respirar agitadamente y a toser y Thor vio que estaba luchando por la vida. Se sentГ­a destrozado al verlo, aquel hermoso hombre que habГ­a sido tan amable con ellos, reducido a este estado por defender la isla, por defender a Guwayne. Thor no podГ­a evitar sentirse responsable.

“Ragon”, dijo Thorgrin, con un nudo en la garganta. “Perdóname”.

“Soy yo el que suplica tu perdón”, dijo Ragon, con la voz rasposa, sin apenas poder articular palabra. Tosió durante un buen rato y, finalmente, continuó. “Guwayne…” empezó, después se fue apagando.

El corazГіn de Thor golpeaba fuerte en su pecho, no querГ­a oГ­r las siguientes palabras, pues temГ­a lo peor. ВїCГіmo iba a hacer frente a Gwendolyn de nuevo?

“Dime”, pidió Thor, agrrándole los hombros. “¿Vive el chico?”

Ragon jadeó durante un buen rato, intentando recuperar la respiración y Thor hizo una señal a O’Connor, que estiró el brazo y le pasó un saco de agua. Thor vertió el agua sobre los labios de Ragon y Ragon bebió y tosió al hacerlo.

Por fin, Ragon hizo el gesto de negar con la cabeza.

“Peor”, dijo, su voz apenas era más fuerte que un susurro. “La muerte hubiera sido una indulgencia para él”.

Ragon se quedГі callado y Thor casi temblaba por la expectaciГіn, deseando que hablara.

“Se lo han llevado”, continuó finalmente Ragon. “Me lo arrebataron de los brazos. Todos ellos, todos vinieron aquí, a por él”.

El corazГіn de Thor dio un vuelco al pensar que aquellas malvadas criaturas se habГ­an llevado a su querido hijo.

“¿Pero quién?” preguntó Thor. “¿Quién está detrás de esto? ¿Quién es más poderoso que tú para poder hacer esto? Pensaba que tu poder, como el de Argon, era impenetrable para todas las criaturas de este mundo”.

Ragon asintiГі.

“Para todas las criaturas de este mundo, sí”, dijo. “Pero estas criaturas no eran de este mundo. Eran criaturas no del infierno, sino de un lugar incluso más oscuro: la Tierra de Sangre”.

“¿La Tierra de la Sangre?” preguntó Thorgrin, desconcertado. “He ido a los infiernos y he vuelto”, añadió Thor. “¿Qué sitio puede ser más oscuro?”

Ragon negГі con la cabeza.

“La Tierra de Sangre es más que un lugar. Es un estado. Un mal más oscuro y más poderoso de lo que puedas imaginar. Es el dominio del Señor de la Sangre y, con cada generación, se ha ido volviendo más oscuro y más poderoso. Existe una guerra entre Reinos. Una antigua lucha entre el mal y la luz. Cada uno de ellos lucha por el control. Y me temo que Guwayne es la clave: tiene alguna cosa que puede ganar, que puede tener el dominio del mundo. Para siempre. Esto es lo que Argon nunca os dijo. Lo que todavía no podía contaros. No estabáis preparados. Era para lo que os estaba preparando: la guerra más grande que jamás conoceréis”.

Thor lo miraba boquiabierto, intentando comprender.

“No lo comprendo”, dijo. “¿No se han llevado a Guwayne para matarlo?”

Г‰l negГі con la cabeza.

“Mucho peor. Se lo han llevado para ellos, para educarlo como el niño demonio que necesitan para completar la profecía y destruir todo lo bueno que hay en el universo”.

Thor vacilГі, su corazГіn latГ­a fuerte mientras intentaba comprenderlo todo.

“Entonces lo traeré de vuelta”, dijo Thor, una fría sensación de determinación corría por sus venas, especialmente al oír a Lycoples por allá arriba, chillando, ansiando, como él, la venganza.

Ragon estirГі el brazo y agarrГі a Thor por la cintura, con una fuerza sorprendente para un hombre que estГЎ a punto de morir. Miraba a Thor a los ojos con una intensidad que lo asustaba.

“No puedes”, dijo con firmeza. “La Tiera de Sangre es demasiado poderosa para que pueda sobrevivir un humano. El precio por entrar allí es demasiado alto. Incluso con todos tus poderes, recuerda mis palabras: morirás con toda seguridad si vas allí. Todos vosotros lo haréis. No eres lo suficientemente poderoso todavía. Necesitas más entrenamiento. Necesitas fomentar tus poderes primero. Ir ahora sería una locura. No recuperarías a tu hijo y todos vosotros seríais destruidos”.

Pero el corazГіn de Thor estaba endurecido por la determinaciГіn.

“Me he enfrentado a la oscuridad más grande, a los poderes más grandes del mundo”, dijo Thorgrin. “Incluso a mi propio padre. Y el miedo nunca me ha echado atrás. Me enfrentaré a este señor oscuro, sean cuales sean sus poderes; entraré en la Tierra de Sangre, al precio que sea. Es mi hijo. Lo recuperaré o moriré en el intento”.

Ragon negaba con la cabeza mientras tosГ­a.

“No estás preparado”, dijo, mientras su voz se iba apagando. “No estás preparado… Necesitas… poder… Necesitas… el… anillo”, dijo y, a continuación, le cogió un ataque de tos con sangre.

Thor lo miraba fijamente, desesperado por saber quГ© querГ­a decir antes de morir.

“¿Qué anillo?” preguntó Thor. “¿Nuestra patria?”

Entonces vino un largo silencio, solo se escuchaba el jadeo de Ragon hasta que, finalmente, abriГі los ojos, solo un poquito.

“El… anillo sagrado”.

Thor agarrГі a Ragon por los hombros, deseoso de que le respondiera, pero de repente sintiГі cГіmo el cuerpo de Ragon se ponГ­a rГ­gido en sus manos. Sus ojos se congelaron, siguiГі un suspiro de muerte y, un instante despuГ©s, dejГі de respirar y se quedГі completamente inmГіvil.

Muerto.

Thor sintiГі una agonГ­a que corrГ­a dentro de Г©l.

“¡NO!” Thor echó la cabeza hacia atrás y gritó a los cielos. Thor estaba destrozado y sollozaba mientras abrazaba a Ragon, aquel hombre generoso que había dado su vida por proteger a su hijo.

El dolor y la culpa lo abrumaban y, lenta e incesantemente, sintiГі que una nueva determinaciГіn crecГ­a en su interior.

Thor mirГі a los cielos y supo lo que debГ­a hacer.

“¡LYCOPLES!” chilló Thor, el grito angustiado de un padre lleno de desesperación, lleno de furia, con nada que perder.

Lycoples escuchГі su grito: chillГі, allГЎ arriba en los cielos, uniendo su furia a la de Thor y fue descendiendo en cГ­rculos hasta ir a parar a pocos metros de Г©l.

Sin dudarlo, Thor corriГі hacia ella, saltГі sobre su espalda y se agarrГі fuerte a su cuello. Se sentГ­a con energГ­a al estar de nuevo en la espalda del dragГіn.

“¡Espera!” exclamó O’Connor, corriendo hacia delante con los demás. “¿A dónde vais?”

Thor los mirГі fijamente a los ojos.

“A la Tierra de Sangre”, respondió, sintiéndose más seguro de lo que jamás en su vida había estado. “Rescataré a mi hijo. Cueste lo que cueste”.

“Te destruirán”, dijo Reece, dando un paso adelante preocupado, con voz seria.

“Entonces me destruirán con honor”, respondió Thor.

Thor mirГі detenidamente hacia arriba, al horizonte y vio el rastro de las gГЎrgolas, desapareciendo en el cielo y supo que debГ­a irse.

“Entonces no te irás solo”, gritó Reece. “Seguiremos tu rastro desde el barco y nos encontraremos contigo allí”.

Thorgrin asintiГі y apretГі a Lycoples y, de repente, sintiГі aquella sensaciГіn conocida mientras los dos se elevaban en el aire.

“¡No, Thorgrin!” gritó una voz angustiada detrás de él.

SabГ­a que era la voz de Angel y se sintiГі culpable mientras se alejaba volando de ella.

Pero no podГ­a mirar hacia atrГЎs. Su hijo estaba mГЎs adelante y, con muerte o sin ella, lo encontrarГ­a y los matarГ­a a todos.




CAPГЌTULO NUEVE


Gwendolyn atravesГі las altas puertas arqueadas, que le sujetaban varios empleados, para entrar a la habitaciГіn del trono del Rey, con Krohn a su lado, y se quedГі impresionada por lo que vio ante ella. AllГ­, al fondo de la vacГ­a habitaciГіn, el Rey estaba sentado en su trono, solo en este vasto lugar, las puertas resonaron al cerrarse tras ella. Se acercГі, caminando por los suelos adoquinados, pasando por los rayos de luz que se colaban por las filas de vitrales, iluminando el lugar con imГЎgenes de antiguos caballeros en escenas de batalla. Este lugar ere intimidatorio y sereno a la vez, inspirador y poseГ­do por los fantasmas de antiguos reyes. PodГ­a sentir su presencia en el espeso ambiente y, en muchos aspectos, le recordaba la Corte del Rey. SintiГі una repentina tristeza en el pecho, ya que la habitaciГіn le hacГ­a echar muchГ­simo de menos a su padre.

EL Rey MacGil estaba allГ­ sentado, cansado, con la barbilla apoyada en el puГ±o, claramente agobiado con pensamientos y, Gwendolyn sentГ­a, con el peso de tener que gobernar. Le parecГ­a un hombre solitario, atrapado en aquel lugar, como si el peso del reino estuviera sobre sus hombros. ComprendГ­a aquella sensaciГіn demasiado bien.

“Ah, Gwendolyn”, dijo, iluminándose al verla.

Ella esperaba que Г©l se quedara en el trono, pero inmediatamente se puso de pie y bajГі corriendo los peldaГ±os de marfil, con una cГЎlida sonrisa en su rostro, humilde, sin la ostentaciГіn de otros reyes, deseoso de salir a recibirla. Su humildad fue un alivio de bienvenida para Gwendolyn, especialmente despuГ©s del encuentro inesperado con su hijo, que la habГ­a dejado perturbada por lo ominoso que fue. Se preguntaba si contГЎrselo al Rey; por ahora, por lo menos, se morderГ­a la lengua y verГ­a quГ© pasaba. No querГ­a parecer desagradecida o empezar la reuniГіn con mal pie.

“No he pensado en otra cosa desde nuestra conversación de ayer”, dijo, mientras se acercaba y la abrazaba amablemente. Krohn, a su lado, lloriqueó y dio un empujoncito a la mano del Rey y este bajó la mirada y sonrió. “¿Quién es?” preguntó amablemente.

“Krohn”, contestó ella, aliviada al ver que era de su agrado. “Mi leopardo o, para ser más precisa, el leopardo de mi marido. Aunque supongo que ahora es tan mío como suyo”.

Para su alivio, el Rey se arrodillГі, cogiГі la cabeza de Krohn entre sus manos, le acariciГі las orejas y lo besГі, sin miedo. Krohn le correspondiГі lamiГ©ndole la cara.

“Un buen animal”, dijo. “Un cambio bienvenido para el linaje de perros que tenemos aquí”.

Gwen lo mirГі, sorprendida por su amabilidad mientras recordaba las palabras de Mardig.

“¿Entonces se permiten animales como Krohn aquí?” preguntó ella.

El Rey echГі su cabeza hacia atrГЎs y riГі.

“Por supuesto”, respondió. “Y por qué no. ¿Alguien te dijo lo contrario?”

Gwen dudГі si contarle su encontronazo y decidiГі morderse la lengua; no querГ­a que la vieran como una soplona y necesitaba saber mГЎs sobre aquella gente, su familia, antes de sacar ninguna conclusiГіn o precipitarse en medio de un drama familiar. PensГі que, por ahora, era mejor guardar silencio.

“¿Desea verme, mi Rey?” dijo en su lugar.

Inmediatamente, su rostro se volviГі serio.

“Así es”, dijo. “Ayer interrumpieron nuestro discurso y aún queda mucho de lo que hablar”.

Él se giró e hizo un gesto con la mano, le hizo una señal para que lo siguiera y caminaban juntos y sus pasos resonaron mientras atravesaban la amplia habitación en silencio. Gwen alzó la vista y, al pasar, vio los estrechos techos, los escudos de armas mostrados a lo largo de las paredes, trofeos, armas, armaduras… Gwen admiraba el orden de este lugar, el orgullo que estos caballeros mostraban en la batalla. Esta sala le recordaba un lugar con el que se podría haber encontrado en el Anillo.

Atravesaron la habitaciГіn y, cuando llegaron al final de todo, atravesaron otro conjunto de dobles puertas, de un antiguo roble, de unos treinta centГ­metros de grosor y lisos por el uso y salieron a un gran balcГіn, adyacente a la sala del trono, de unos quince metros de ancho y con la misma profundidad, enmarcado por un balaustre de mГЎrmol.

SiguiГі al Rey hasta fuera, hasta el borde y, apoyando sus manos contra el mГЎrmol liso, mirГі hacia fuera. Bajo ella se extendГ­a la inmaculada ciudad de la Cresta, en crecimiento descontrolado, todos sus tejados de pizarra angulares marcaban la silueta de la ciudad, todas sus antiguas casas de formas diferentes, construidas muy cerca las unas de las otras. Era claramente una ciudad hecha de retales que, durante centenares de aГ±os, habГ­a evolucionado para convertirse en acogedora, Г­ntima, desgastada por el uso. Con sus picos y agujas, parecГ­a una ciudad de cuento, especialmente con el fondo de las aguas azules mГЎs allГЎ, brillando bajo el sol y, mГЎs allГЎ incluso de esto, los elevados picos de la Cresta, se levantaban alrededor de la misma en un enorme cГ­rculo, como una gran barrera al mundo.

Tan arropada, tan protegida del mundo exterior, Gwen no podГ­a imaginar que nada malo pudiera acontecer jamГЎs en este lugar.

El Rey suspirГі.

“Cuesta imaginar que este lugar esté muriendo”, dijo y ella se dio cuenta de que habían compartido los mismos pensamientos.

“Cuesta imaginar”, dijo, “que yo esté muriendo”.

Gwen lo mirГі y vio que en sus ojos azul claro habГ­a dolor, estaban llenos de tristeza. SintiГі una gran preocupaciГіn.

“¿De qué dolencia, mi señor?” preguntó ella. “Seguramente, sea lo que sea, es algo que los curanderos pueden sanar.

Г‰l negГі con la cabeza lentamente.

“He visto a todos los curanderos”, respondió él. “A los mejores del reino, por supuesto. No tienen la cura. Es un cáncer que se está extendiendo por todo mi interior”.

Г‰l suspirГі y mirГі al horizonte y Gwen se sintiГі abrumada de tristeza por Г©l. Se preguntaba a quГ© se debГ­a que las buenas personas, a menudo, eran asaltadas por la tragedia y las malvadas, de alguna manera, conseguГ­an prosperar.

“No siento lástima por mí”, añadió el Rey. “Acepto mi destino. Lo que me preocupa ahora no soy yo, sino mi legado. Mis hijos. Mi reino. Esto es lo único que me importa ahora. No puedo planear mi futuro pero, al menos, puedo planear el suyo”.

Se girГі hacia ella.

“Y es por esto que te he convocado”.

A Gwen se le partГ­a el corazГіn por Г©l y sabГ­a que harГ­a lo que pudiera para ayudarlo.

“Por mucho que lo desee”, respondió ella, “no veo cómo le puedo ser de ayuda. Tiene un reino entero a su disposición. ¿Qué le puedo ofrecer yo que los otros no puedan?”

Г‰l suspirГі.

“Compartimos los mismos objetivos”, dijo él. “Tú deseas ver al Imperio derrotado, como yo. Deseas un futuro para tu familia, tu pueblo, un sitio seguro, lejos de las manos del Imperio, como yo. Por supuesto, aquí tenemos esta paz ahora, al cobijo de la Cresta. Pero esta no es una paz verdadera. La gente libre puede ir a todas partes, nosotros no podemos. Vivimos libres siempre y cuando nos escondamos. Hay una diferencia importante”.

Г‰l suspirГі.

“Es evidente que vivimos en un mundo imperfecto y esto puede ser lo mejor que nuestro mundo nos puede ofrecer. Pero yo no lo creo”.

Se quedГі en silencio durante un buen rato y Gwen se preguntaba a dГіnde querГ­a llegar con aquello.

“Vivimos nuestras vidas con miedo, como hizo mi padre antes que yo”, continuó al final, “miedo a que nos descubran, a que el Imperio nos encuentre aquí en la Cresta, a que lleguen aquí y nos traigan la guerra a la puerta de casa. Y los guerreros nunca deben vivir con miedo. Existe una delgada línea entre guardar tu castillo y tener miedo de salir a la vista de él. Un gran guerrero puede fortificar sus puertas y defender su castillo, pero un guerrero aún más grande las puede abrir de par en par y enfrentarse a quien quiera que llame sin miedo”.

Г‰l la mirГі y pudo ver la determinaciГіn de un Rey en sus ojos, podГ­a sentir que irradiaba fuerza y, en aquel instante, entendiГі por quГ© era Rey.

“Mejor morir enfrentándose al enemigo sin miedo, que esperarlo en la seguridad que venga hasta nuestras puertas”.

Gwen estaba desconcertada.

“Entonces”, dijo ella, “¿desea atacar al Imperio?”

Г‰l la mirГі fijamente y ella todavГ­a no podГ­a comprender su expresiГіn, quГ© estaba pasando por su mente.

“Así es”, respondió él. “Pero es una postura que está mal vista. También estuvo mal vista para los antecesores que hubo antes de mí, y es por eso por lo que no lo hicieron. Ya ves que la seguridad y la abundancia pueden ablandar a un pueblo, hacerlos reacios a dejar lo que tienen. Si yo empezara una guerra, tendría muchos buenos guerreros detrás de mí, pero también muchos ciudadanos reacios. Y quizás, incluso, una revolución”.

Gwen mirГі hacia el exterior y entrecerrГі los ojos para mirar a los picos de la Cresta, amenazantes en el lejano horizonte, con la mirada de una Reina, de la estratega profesional en la que se habГ­a convertido.

“Parece casi imposible que el Imperio les atacara”, respondió, “incluso aunque consiguiera encontraros. ¿Cómo podría escalar aquellos muros? ¿O atravesar el lago?”

Г‰l se puso las manos en las caderas, mirГі hacia fuera y examinГі el horizonte con ella.

“Está claro que tenemos ventaja”, respondió. “Por cada uno de los nuestros mataríamos a cien de los suyos. Pero el problema es que ellos tienen a millones que perder, nosotros tenemos a miles. Al final, ellos ganarán”.

“¿Sacrificarían a millones por un pequeño rincón del Imperio?” preguntó ella, sabiendo la respuesta antes incluso de hacer la pregunta. Al fin y al cabo, había sido testigo de primera mano de lo que habían dejado para atacar el Anillo.

“Son despiadados por conquistar”, dijo. “Sacrificarían cualquier cosa. Así es cómo funcionan. Nunca abandonarían. Por lo que yo sé”.

“Entonces, ¿cómo puedo ayudar yo, mi señor?” preguntó ella.

Г‰l suspirГі y se quedГі en silencio durante un buen rato, mirando hacia el horizonte.

“Necesito que me ayudes a salvar la Cresta”, dijo finalmente, mirándola, con una intensa solemnidad en sus ojos.

“Pero, ¿cómo?” preguntó, confundida.

“Nuestras profecías hablan de la llegada de un forastero”, dijo. “Una mujer. De otro reino de más allá de los mares. Hablan de que salva la Cresta, de que guía a nuestro pueblo a través del desierto. Nunca supe qué significaba hasta el día de hoy. Creo que esa mujer eres tú”.

Gwen sintiГі un escalofrГ­o ante sus palabras; todavГ­a le dolГ­a el corazГіn por el exilio de su pueblo, por la derrota del Anillo, le dolГ­a por Thor y por Guwayne. No podГ­a soportar la idea de cargar con otro liderazgo.

“La Cresta está muriendo”, continuó él, mientras ella estaba allí en silencio. “Cada día, nuestras orillas, nuestra fuente de agua, se van secando. Cuando se complete la vida de mis hijos, las aguas serán reemplazadas por sequía y nuestra fuente de alimentacion habrá desaparecido. Debo pensar en el futuro, ya que mis antepasados se negaron a hacerlo. Hacer algo ya no es una opción, es una necesidad”.

“Pero, ¿hacer qué?” preguntó ella.

Г‰l suspirГі, mirando fijamente al horizonte.

“Existe una manera de salvar la Cresta”, dijo. “Se rumorea que está escrita en los antiguos libros, los que custodian los Buscadores de la Luz”.

Ella lo mirГі fijamente, perpleja.

“¿Los Buscadores de la Luz?” preguntó.

“Mira, mi reino también está infectado por un cáncer”, explicó. “Por muy perfecto que todo parezca cuando caminas por las calles, todo aquí está lejos de ser perfecto. Una enredadera crece entre mi pueblo y es la enredadera de una creencia. Una religión. Un culto. Los Buscadores de la Luz. Gana adeptos cada día y se ha extendido a cada rincón de mi capital. Ha llegado incluso al corazón de mi propia familia. ¿Te imaginas? ¿La propia familia de un Rey?”

Ella intentaba procesarlo todo, pero no podГ­a seguir su historia.

“Eldof. Él es su líder, un humano, igual que nosotros, que se cree un Dios. Predica su falsa religión a todos sus falsos profetas y ellos harán cualquier cosa que él diga. Muchos de los míos ahora es más probable que obedezcan sus órdenes que las mías”.

Г‰l la mirГі fijamente, la preocupaciГіn estaba marcada en su rostro demasiado arrugado.

“Estoy en una posición peligrosa aquí”, añadió. “Todos lo estamos. Y no solo por lo que hay más allá de la Cresta”.

A Gwen le pasaban muchas preguntas por la mente, pero no querГ­a husmear; al contrario, le dio tiempo para pensarlo todo bien y pedirle lo que quisiera.

“Se rumorea que los antiguos libros existen en lo profundo de su monasterio”, añadió finalmente, después de un largo silencio durante el cual se frotaba la barba, mirando fijamente al suelo como si estuviera perdido en la memoria. “Yo lo he registrado muchas veces, pero sin resultado. Evidentemente, puede que no existan, pero yo creo que sí. Y creo que contienen la respuesta”.

Se girГі hacia ella.

“Necesito que entres al monasterio”, dijo. “Te hagas amiga de Eldof. Encuentres los libros. Encuentres el secreto que necesito para salvar a mi pueblo”.

Gwen luchaba por entender, la mente le daba vueltas con toda la informaciГіn.

“O sea, ¿qué quiere que conozca a Eldof?” preguntó ella. “¿Al líder espiritual?”

“A él no”, respondió el Rey. “Sino a su sacerdote principal. Mi hijo. Kristof”.

Gwen lo mirГі fijamente, sorprendida.

“¿Su hijo?” preguntó.

El Rey asintiГі con la cabeza, con los ojos humedecidos.

“Me da vergüenza admitirlo”, respondió. “Mi hijo está perdido para mí. Pero quizás a ti, una forastera, te escuchará. Te lo suplico. Es el deseo de un padre. Y es por el bien de la Cresta.

Por muy abrumada que estuviera, sintiГ©ndose como si la hubieran empujado en medio de un drama polГ­tico y familiar, Gwen se sentГ­a llena de una sensaciГіn de misiГіn.

“Haré lo que sea para ayudarlo”, dijo sinceramente.




Конец ознакомительного фрагмента.


Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43697127) на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.



Если текст книги отсутствует, перейдите по ссылке

Возможные причины отсутствия книги:
1. Книга снята с продаж по просьбе правообладателя
2. Книга ещё не поступила в продажу и пока недоступна для чтения

Навигация